Djemaa el-Fna, entre naranjas, menta y caracoles con comino*


Fotos: Marta Torres
A las diez de la mañana, Djemaa el-Fna, la plaza principal de Marrakech, está viva. A las dos del mediodía, con un sol inclemente, Djemaa el Fna sigue viva. A las siete de la tarde, a punto de caer la noche, la plaza continúa viva. A las doce de la noche, cuando las calles que la rodean no pueden estar más oscuras, a Djemaa el-Fna aún le quedan unas horas de vida. La plaza siempre huele a comida. Siempre hay algo que comer en la plaza central de Marrakech.

Durante el día, frutos secos y zumos de naranja. O de limón. O de granada, si es la época. Es el más caro (80 céntimos de euro al cambio). Los puestos de zumo conviven en la plaza con bailarines de Gana, coloridos aguadores con sus sombreros rojos y sus vasos de metal, encantadores de serpientes, monos amaestrados, mujeres que pintan con henna, dentistas tuaregs… Las montañas de naranjas, que parecen sostener los puestos, se clavan en los ojos. Perfectas. De color intenso. Casi idénticas unas a otras.

En la otra punta, casi donde Djemaa el-Fna pierde su nombre, se concentran las paradas de frutos secos. Ristras interminables de higos secos. Casi fosilizados unos. Más carnosos otros. Orejones que compiten en color con las naranjas. Anacardos, cacahuetes, almendras, pistachos… Y dátiles. Muchos dátiles. Del color del ámbar al color del chocolate pasando por los que parecen caramelo. Y casi tan dulces como este.


A su lado, pretendiendo esconderse, aunque su olor les delata, inmensos bloques de manojos de menta. Manojos generosos, imposibles de coger si no es usando las dos manos. Los vendedores apenas se ven, camuflados entre las hojas verde intenso. Solo las manos sobresalen de las paredes de menta cuando despachan su mercancía, imprescindible para el té moruno, que los marraquechíes se llevan en enormes bolsas que completan la compra del día.


En los alrededores de la plaza algunos campesinos ofrecen sus productos en carros: cebollas, melones, zanahorias... En el interior del zoco, en algunas de las calles menos concurridas, las piernas de cordero cuelgan sobre los mostradores de las carnicerías. Grasa blanca y carne de un rojo intenso.


A primera hora de la tarde la plaza parece un hormiguero. Decenas de hombres cargados con carretillas, toldos y hierros buscan su lugar en la plaza, las líneas y el número que marcan su lugar exacto en el enorme restaurante al aire libre en el que dentro de unas horas se convertirá la plaza. Antes de que suene la llamada del muecín de la mezquita de la Koutoubia, que se ve desde la plaza, los centenares de puestos están montados.


Vestidos con batas blancas, los cocineros empiezan a preparar la cena: brochetas de pollo o cordero, kefta (albóndigas hechas a la brasa), verduras asadas, chuletas, pastelas (hojaldre relleno con cebolla, paloma o pollo y frutos secos y aderezada con azúcar y canela), cuscús de varios tipos y todas las clases imaginables de tajines (guiso que se elabora en unas cazuelas de barro de tapa en forma de cono). Los tajines (de pollo con limón y aceitunas, de cordero con ciruelas, de ternera y verduras...) cuecen durante horas a fuego lento sobre las parrillas, extendiendo su olor por toda la plaza.


Al remover su contenido, de las ollas de cobre de algunos puestos sale un sonido de guijarros movidos por la corriente. Son caracoles a la marroquí (con curry, comino, tomillo, menta, pimentón, naranja, guindillas...), plato que pocos turistas se atreven a probar.


Pasear entre carritos, bancos y mesas es complicado. Imposible conseguirlo sin que al menos media docena de camareros intenten sentar al paseante en una de sus mesas. En algunos de los puestos el personal canta cada vez que alguien sucumbe a las delicias que venden con vehemencia los relaciones públicas.


Entre ellas no se encuentra la cerveza –únicamente un restaurante en toda Djemaa el-Fna incluye alcohol en su carta– algo que deben repetir prácticamente cada vez que toman la comanda a turistas. Tampoco hay postres. Los dulces árabes (delicadas y contundentes pastas de cacahuete, pistacho, miel...) hay que comprarlas a los jóvenes que las ofrecen en unos carros, que pasean hasta entrada la madrugada, cuando la plaza, envuelta en el humo de las centenares de cocinas trabajando a pleno rendimiento, empieza a vaciarse.

 *Publicado en 'Gastronomía y Restauración'

Comentarios

  1. Un post preciós. Em qued amb una paraula que no coneixia: "marraquechíes".

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    1. Njord, no sé si la RAE ja m'ha denunciat pel 'paraulo', que només és una traducció al meu aire de com es diuen a ells mateixos. El post no és res comparat amb la realitat.

      Un petonàs

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  2. Ah, has hecho que mi memoria se reavive. la verdad que para mí esa plaza es inolvidable, es una de las vivencias más alucinantes y singulares, no en balde todo lo que allí sucede es patrimonio inmaterial de la humanidad.
    Abrazos

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    1. Claudia, la primera vez que entras en esa plaza es inolvidable. El caos, el jaleo, la gente, los aguadores, los bailarines y músicos de Ghana, los sacamuelas tuaregs, las mujeres pintando con henna, los monos encadenados, los encantadores de serpientes, el bullicio, los olores... Eso no se olvida.

      Un abrazo

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  3. Tengo ganas de ir a Marruecos pero con eso de que lo tengo al lado no me decido nunca y siempre tiro a hacer viajes más lejanos. Sobre todo me atraen esos bazares que comentas.
    Un saludo.

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    1. Mariuca, yo era un viaje que, por una cosa u otra, había tenido que aplazar. El zoco es increíble, sobre todo si te gusta regatear. Como no te guste estás perdida porque muchos vendedores no quieren venderte algo si no regateas un poco. Es divertido. Hace de las compras algo diferente.

      Un abrazo

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  4. Imposible leer esta entrada y no salivar en el trayecto, arañaba mis recuerdos. Creo que ya te he dicho alguna vez de mi afición por la gastronomía árabe y mis veranos de infancia por aquellas tierras. Un post fenomenal :)
    Besos

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    1. Marilú, algún día vas a tener que compartir con calma y esas buenas palabras que tú sabes esas vivencias de la infancia. Me alegro de que te haya gustado.

      Besines

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. No conocía este lugar. Cuántos olores y colores hay en este artículo.
    Un beso!

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    1. Caminante, es la plaza principal de Marrakech, donde se concentra casi toda la vida de la ciudad. Un lugar por el que prácticamente es inevitable pasar todos los días y en el que acabas incluso aunque no quieras.

      Un besazo

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  7. Guau, qué reportaje y qué imágenes, sin duda, un destino a tener en cuenta. Un besote!

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    1. Meg, es un lugar fabuloso. Me da en la nariz que no tardaré mucho en volver...

      Besotes

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  8. Muchas gracias por el paseo. Seguro que disfrutaría con los colores y olores del lugar, lástima que sólo pudiera tomar zumos. Ay, algún día dejaré de pelearme con la comida.
    Besotes Dorothy

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    1. Norah, me cuesta tanto entender eso de la comida... ¡A mí que me gusta probarlo todo! Pero tranquila, que con los ojos, en esa plaza, tienes más que suficiente.

      Besines

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  9. Que colores y que encanto reflejan las fotos, con la que cuantas dan ganas de pasear por estos lugares.
    Me encantan estas entradas tuyas donde nos enseñas estos rinconcitos tan peculiares.

    Besos Dorothy :)

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    1. Nieves, te parecerá extraño, pero es lo que más me cuesta compartir...
      Me alegro de que te haya gustado.

      Un beso

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  10. Me atrae mucho visitar Marruecos y nunca me animo...lo que más me atrae? ver la forma de vida, el ambiente...y la comida...y esos zumos mm
    Un beso!

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    1. Lesincele, ver a la gente, meterte en los mercados, pasear por las calles... Es lo que más me gusta de los viajes. Mucho más que los museos o los monumentos. Cuando viajo hago mucho turismo de calle.

      Un besote

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  11. Pedazo de entrada. Gracias por este paseo y por hacernos sentir estos olores. Me encantaría poder ir algún día.
    Besotes!!!

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    1. Margari, seguro que puedes, los billetes son baratos y el coste de las cosas allí, baratísimo. Espero que te animes.

      Besines

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  12. Qué bien contado, Dorothy, se puede revivir cada rincón de la
    Plaza, los aromas de la menta, el olor de las especias, las flautas de los encantadores de serpientes, los cascabeles de los danzantes. Precioso. La última vez que estuve en la Jema -al-fnaa fue en 2001 y veo que la movida se ha multiplicado por diez. Gustóme

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    1. Sorokin, no sé cómo estaría en 2001, sólo sé cómo estaba en mayo de 2013. Y pensar que estuvieron a punto de cargársela para construir un enorme aparcamiento... Menos mal que no lo hicieron.
      Me alegro de que te haya gustado.

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  13. Muchísimas gracias por el pequeño viaje tan gastronómico. No suelo decantarme demasiado por la comida árabe, y no porque no me guste, al contrario. Me encanta en sus contrastes. Y los postres (dulzón) que es uno, son una delicia :)

    Un besote!

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    1. Rober,los postres árabes son fabulosos. La comida marroquí me encanta, aunque reconozco que después de varios días se hace pesada porque, al fin y al cabo, aunque cambien los componentes, acaba siendo lo mismo: cuscús con algo o tajine de algo.

      Un besazo

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  14. Nos has transportado con tus descripciones. Esos sabores, esos olores, esos colores... Me parece haber estado allí.

    Un beso.

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    1. M., gracias... Ojalá puedas estar ahí algún día, pero de verdad.

      Un beso.

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