Sin los libros de Marguerite Duras el mundo sería un poco peor. Sería un poco peor para los que tenemos la costumbre, suerte, desgracia, manía, tendencia, de enturbiar con sexo el amor y ensuciar con amor el sexo. Sólo ella nos entiende. Sólo ella crea personajes como nosotros. Sólo ella comprende que algunos necesitamos fundir una cosa con la otra, aunque cada una tiene su propio espacio, para sentirnos vivos, queridos, deseados. Todo al mismo tiempo. Aunque sea mentira. 'Los caballitos de Tarquinia' es un ejemplo más de esa manera de escribir de Duras en la que nada se cuenta y todo se insinúa. Hay quien no leerá más que la historia de dos parejas (
"no hay nada que encierre tanto como el amor") que pasan unas aburridas vacaciones en un agobiante pueblito de costa y las conversaciones veladas de una de las mujeres con un recién llegado. (
"era una buena moza, pero al verla los hombres no pensaban en el amor") Pero hay quien verá más allá. Que entenderá los silencios de Sara, (
"el día que llegaste, soñé contigo") las miradas del hombre, las complicidades entre Diana y Jacques, las necesidades de la chica que cuida del niño, las discusiones de Ludi y Gina. Y verá, no en lo que se cuenta, sino en lo que no se cuenta, la auténtica historia. (
"cómo te necesito") Una historia claustrofóbica, (
"cómo te deseo") en la que el calor se engancha a la piel, en la que se oyen las olas del mar, en la que se saborean los camparis, (
"me gusta la idea de haberme acostado contigo") se agradece la ligera brisa de la noche y se nota cómo las sandalias se pegan al asfalto a mediodía. Una novela en la que un hombre que no tiene nombre, el hombre, (
"me gustaría poder subir a tu habitación y ya no pensar más en él") un marinero con una motora en la que todos quieren montar, que luce siempre una impoluta camisa blanca, que dice más con los ojos ("
miró a Sara como un ladrón") que con las palabras, que se mueve despacio, es el causante de que esos sentimientos ahogados puedan salir a la superficie y boquear, como peces, un par de veces antes de volver al fondo (
"tienes que querer venir"). 'Los caballitos de Tarquinia' no es, en apariencia, más que eso, unos días de verano en la costa. (
"cuando un sentimiento es tan desmesurado, es siempre equívoco") La diversión y aburrimiento de dos parejas y sus amigos durante las vacaciones. Las rutinas. Los problemas. 'Los caballitos de Tarquinia', entre líneas, es mucho más. Es la pasión negada, el deseo velado, el amor que, pese a todo, se resiste a irse, la sexualidad contenida, el cariño eterno.
"Sara se levantó tarde. Algo más de las diez. Y seguía haciendo el mismo calor, como siempre. Hacían falta unos segundos, todas las mañanas, para acordarse uno de que estaba pasando las vacaciones. Jacques dormía aún, y la chica de servicio también. Sara se dirigió a la cocina, bebió apresuradamente un tazón de café frío y salió al porche. El niño era siempre el primero en levantarse. Estaba sentado, completamente desnudo, en las gradas del porche, contemplando a la vez la circulación de las lagartijas por el jardín y de las barcas por el río.
-Me gustaría ir en una motora- dijo al ver a Sara.
Sara se lo prometió. El dueño de la motora a la que se refería el niño había llegado hacía sólo tres días y nadie aún le conocía bien. Pero le prometió a su hijo que le subiría a la barca."
Título: 'Los caballitos de Tarquinia'
Autora: Marguerite Duras
Editorial: Quinteto
Páginas: 232
Precio: 1,5€ (mercadillo solidario)