Una Osa Mayor imperfecta
@Martatorresmol |
Por las noches, cuando sopla viento del norte y mira al cielo, se acuerda de él. Él. El astrónomo aficionado. El hombre que de noche buscaba historias en la cúpula celeste y por las tardes, constelaciones en su piel. “Búscame a tauro”, le pedía ella, ofreciéndose sobre la cama. Y él, bizco de concentración, repasaba una y otra vez sus lunares. Los rozaba con la yema del índice derecho. “Alcíone, Aldebarán, Elnath...”. Llamaba a las estrellas. Sin éxito. “He encontrado la Osa Mayor”, la consolaba él, besando uno a uno aquellos seis lunares en la caída de su hombro. Una estrella. Un beso. “Dubhe, Merak, Phecda, Megrez, Alioth... Alkaid”. Gruñía. Volvía a intentarlo. “Dubhe, Merak, Phecda, Megrez, Alioth...”. Buscaba con los ojos. Con los besos. Con la yema del dedo. “Te falta Mizar”, susurraba. Y ella lo sabía. Sabía que, una vez más, él se perdería en la noche. Rumbo al norte. Buscando la constelación perfecta.
Aplauso. Discreto e íntimo porque el relato lo merece, pero aplauso. Que la materia oscura no venga a interponerse entre tantas constelaciones.
ResponderEliminarSorokin, gracias... La materia oscura siempre está ahí. Y tiene la manía de interponerse. Ella es así. Gracias otra vez.
EliminarSaludos.
Hay rumbos que e toman con los ojos cerrados, solo sintiendo.
ResponderEliminarBesos :)
Nieves, quizás por eso, porque se toman con los ojos cerrados, acabamos naufragando.
EliminarBesos.
Qué bonito y cómo me gusta leer textos sencillos que con pocas palabras cuentan tanto.
ResponderEliminarBesos, Dorothy Winterson.
Norah, gracias. Es un texto de hace un tiempo que he recuperado con algunos cambios.
EliminarUn besote.
Qué bonito...cómo escribes!! Un besazo!
ResponderEliminar¡Oooh! Gracias, Rocío...
EliminarUn besazo.