Mis mejores lecturas de 2018


'La guerra no tiene rostro de mujer', Svetlana Alexiévich | @martatorresmol

1 'La guerra no tiene rostro de mujer', Svetlana Alexiévich
Ella les dio voz. Hasta que ella llegó, estaban mudas. Sus historias, sus vidas, se habían quedado arrumbadas en su memoria. Algunas ni eso. Algunas, incluso, las habían olvidado. De no contarlas. De no pensar en ellas. No existían. Casi un millón de mujeres callando una época de sus vidas. Sus proezas y sus miserias. Todas ellas lucharon en la Segunda Guerra Mundial, en las filas del Ejército Rojo. Pilotaron aviones. Incluso tanques. Curaron a los heridos. Consolaron a los moribundos. Se destrozaron las manos lavando uniformes duros de sangre seca. Empuñaron armas. Dispararon a los enemigos. Muchas murieron. Otras sobrevivieron. Y callaron. Acabó la guerra, todos regresaron a sus casas, ellos contaron sus historias de la guerra y ellas... Ellas callaron.

2 'Medio sol amarillo', Chimamanda Ngozi Adichie
De mayor quiero ser como Chimamanda Ngozi Adichie. Yo, de mayor, quiero escribir como ella. Quiero saber convertir grandes historias en pequeñas historias. Sí, habéis leído bien. Convertir grandes historias en historias pequeñas. En historias cotidianas. Historias de verdad. De las que podrían pasar aquí al lado. Tras la puerta de delante. En las entrañas del umbral de mi felpudo. Sí, historias que pueda creer sin esfuerzo. Con personajes que pueda tocar. Historias que pudieran contarme, con sus lenguas de colores, todas y cada una de las mujeres que me rodean. Porque eso es exactamente 'Medio sol amarillo', una gran historia convertida en una historia tan pequeña, tan diminuta, tan microscópica, que te atraviesa la piel sin que te des cuenta.


'La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey' | @martatorresmol

3 'La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey', Mary Ann Shaffer y Annie Barrows
Querida Juliet,
Querida Mary Ann Shaffer:

No sabéis cuánto desearía, ahora mismo, estar en Guernsey, con vosotras. Me imagino sentada, en esa casa que las entrañables gentes de esa islita le han prestado a Juliet, tomando té y riendo, recordando los maravillosos días de verano que hemos pasado juntas. Vosotras estabais allí, en el Canal, tratando de averiguar los grandes misterios de Guernsey. Yo aquí, en otra isla, en el Mediterráneo, sin poder despegarme de vosotras. De la correspondencia de Juliet. Ésa que tan bien armas, Mary Ann. Tengo tantas preguntas... Ya sabéis, en las cartas nunca se cuenta todo. A veces por pereza. A veces por pudor. A veces porque escasea el papel. Podría pasarme la vida leyendo sobre las gentes de Guernsey, sobre cómo sufrieron la invasión alemana de la Segunda Guerra Mundial. Sobre cómo, entre todos, trataron de sortear la vigilancia y el control de los soldados alemanes...

4 'Pequeños fuegos por todas partes', Celeste Ng
En todas las familias arden fuegos. Sólo que a veces no los vemos. O fingimos que no existen, confiando en que se aburran y se apaguen. A veces son auténticos incendios que se sofocan con la misma celeridad que prendieron. A veces, incluso, están apagados y encendidos al mismo tiempo, dependiendo de la habitación desde la que se contemplen. Y otras... Otras son el fuego de Schrödinger. En todas las familias arden fuegos. Así debe ser. Debe haber llamas. Y humo. A ratos. Porque si no, alguien, desesperado, acaba por encenderlos. De verdad. Quemándolo todo. Tierra quemada. Y que todo brote de nuevo. Como hace Izzy, la pequeña y rara de los Richardson, en ese principio que es final en 'Pequeños fuegos por todas partes', la segunda novela de Celeste Ng. Una historia en la que la escritora vuelve a colarse en la cocina (física y metafórica) de una feliz familia estadounidense. O dos. Cuatro, ahora que lo pienso. Toda una comunidad, en realidad.


'Memorias de Adriano', Marguerite Yourcenar | @martatorresmol

5 'Memorias de Adriano', Marguerite Yourcenar
Despacio. Lento. Pausado. Es el ritmo que pide 'Memorias de Adriano', de Marguerite Yourcenar. La tentación, tras ese primer encuentro con el emperador, tumbado en la cama, al lado del médico, siendo consciente de que la vida se le apaga, es devorarlo. Adentrarse en esa larga, larguísima, carta dirigida a Marco Aurelio, al que adoptó como nieto, en la que desgrana sus memorias y no parar, ni para dormir ni para respirar, hasta arrumbar hacia Bayas con él, para acompañarlo, junto al mar, en sus últimos estertores. Pero la historia de este emperador nacido en Itálica, amante del mundo heleno, que busca la paz pero no la idolatra, que fue el primero en instalarse pacíficamente en Bretaña, que sólo luce la toga en Roma, requiere tiempo. Para degustarla. Para asimilarla. Para imaginar esas campañas romanas por media Europa hasta el más pequeño detalle. Para perderse en las reflexiones del emperador. Para volver atrás y releer algunas de las frases de Yourcenar. Por lo que dicen. Y por bellas. Porque si algo desbordan estas falsas memorias es la belleza.

De lleno en un puerto del Cantábrico. Con las gaviotas graznando. Ronroneos de motor. Boniteros en el horizonte. Sensación de tormenta cercana. Olor a algas pudriéndose. Y el jaleo de marineros y pescadores a punto de enrolar. Quién sabe para cuántos días. Quién sabe si volverán. Ahí te planta Ignacio Aldecoa en las primeras páginas de 'Gran Sol'. Te mete de lleno en un ambiente que roza la fiesta. Roza el drama. Roza el nerviosismo. Roza la bronca. Un instante que lo roza todo y que, al mismo tiempo, parece no tocar nada. Un instante decisivo camuflado por la cotidianeidad. Si no fuera por ese vestido (conversaciones con las mujeres, vinos en la taberna, frías despedidas...) seguramente ninguno de los protagonistas embarcarían en el 'Aril', rumbo a Gran Sol, junto al barco hermano, el 'Uro', a pescar, a dejarse la salud. Quién sabe si también la vida.


'El vestido azul', Michèle Desbordes | @martatorresmol

Hay libros que duelen. Que te atacan, prácticamente. Van directos a tu línea de flotación. Y sólo te dejan dos opciones. Rebelarte, enfrentarte a ellos, iniciar una pelea. O rendirte. Dejar que entre el agua y abrazarlos. Acariciarlos mientras te tomas una copa de vino y confiar en que el boquete emocional no sea tan grande. 'El vestido azul', de Michèle Desbordes, es uno de esos libros. Al menos para mí. Porque esta historia, que se lee en dos tirones, uno si las obligaciones lo permiten, te mete de lleno en una de las cosas que más me han aterrado siempre, desde niña, desde que leí un relato que no debería haber leído hasta unos años más tarde: una mujer cuerda encerrada en un manicomio.

¿Qué sería alguien capaz de hacer por un hijo? ¿Hasta dónde podría llegar? Son algunas de las preguntas que plantea 'La cena', de Herman Koch, una novela que he leído sin pestañear y soportando las arcadas que me provocaba página tras página. Y no por los maravillosos platos que pasan por la mesa de ese restaurante de postín sino por sus comensales. Por todos y cada uno de ellos. Por lo que piensan, por lo que hacen, por lo que esconden y, sobre todo, por cómo quieren. O creen querer. Que no es lo mismo. Porque esa primera pregunta ("¿Qué sería alguien capaz de hacer por un hijo?") es, en realidad, una trampa. Una engañifa. 


'Un grupo de nobles damas', Thomas Hardy | @martatorresmol

La supuesta volubilidad femenina vista, analizada, comprendida, sonreída, incluso, por un grupo de hombres de mediados del siglo XIX. Así podría resumirse, en una frase, 'Un grupo de nobles damas'. Un libro de Thomas Hardy que requiere viajar hasta el siglo XIX y ponerse, como  si fuera un disfraz, una mentalidad de la época. Es necesario porque, de lo contrario, la confrontación con el autor y con esos hombres que desgranan, en una noche desapacible, historias de mujeres rebeldes, caprichosas, inseguras, enamoradizas, influenciables, cabezotas e ignorantes de lo que es mejor para ellas, con el objetivo de divertirse. Es necesario ponerse en el siglo XIX para disfrutar de la maravillosa forma de narrar de Hardy. Para no enfadarse con él.

Querida Penelope... ¿qué voy a hacer contigo? De verdad que aún no lo sé. Llevo desde ayer por la noche pensando. Dándole vueltas a tu 'La librería', esa pequeña historia que escribiste pasados los 60 y en la que te dibujaste a ti, a ese pueblo en el que te refugiaste o al que huiste, y a esos vecinos que no dudaron en darte la espalda cuando les convino. He dicho "dibujaste", sí. No me he equivocado. De lo que tengo la cabeza llena, ahora mismo, es de imágenes, no de palabras o de frases, de imágenes. No me extraña que Isabel Coixet, al leerte, decidiera llevarte al cine. Es tan de cine este librito tuyo... Perdóname por lo de "librito" y por lo de "pequeña historia". A veces lo pequeño es muy grande. A veces lo grande se disfraza de pequeño. Sé que entiendes a qué me refiero. Una mujer como tú seguro que lo sabe. Es algo que compartes con la Ginzburg. Ella también me entendería. 


Comentarios

  1. Comparto 100% lo de La librería y la sociedad de Guernsey, yo también quiero ir y conocerlos a todos. También los pondría en mi lista de favoritos si la hiciera, cosa que no ocurrirá porque no puedo mirar atrás en esta año que se me puso de espaldas desde el segundo mes.
    Chimamanda debería caer un día de estos, para cuando me dé el ánimo.
    También coincido con Herman pero en lo negativo, no leí la cena pero fui a su casa con piscina y tuve esa misma sensación de asco permanente por lo que tarifé con el autor para siempre. Si es que cuando paso página, paso con todas las de la ley.
    Aldecoa está apuntado y Hardy también.
    Con Svetlana sabes que no podré, además las historias de guerra siempre me recuerdan a gente que ya no está y la pena es doble. Y las memorias casi lo mismo, no me veo con templanza, al menos ahora.
    Besotes, Dorothy McCullers

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  2. Coincido con el de La sociedad... Una lectura deliciosa. En cambio, La librería la he leído y aunque me gustó, no logré conectar del todo con esta novela. Creo que me hizo daño las altas expectativas. El resto me las llevo bien apuntadas.
    Besotes!!! Y feliz año!!!

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  3. Hola, algunos libros se escuchan interesantes. Anoté algunos a mi lista. Voy comenzando mi blog espero puedas seguirme ya te leo.

    Saludos!!!

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  4. Me encantaron "La sociedad literaria..." y "La cena".
    Este año espero leer algunas de ellas, sobre todo "Pequeños fuegos por todas partes".
    Abrazo!

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  5. ¡Qué buena pinta! "La librería" lo disfruté muchísimo yo, y de Chimamanda tengo ganas de seguir leyendo algo así que espero poder ponerme este año con los que tengo pendientes, o al menos uno (Que luego los propósitos siempre se quedan cortos...)

    Sospecho que voy a disfrutar mucho con tus gustos y recomendaciones así que me quedo por aquí.

    ¡Un beso!

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