Donde el coronavirus no existe
@martatorresmol |
Me asomo al balcón más que Julieta. Y eso que sé a coronavirus cierto que a Romeo, ¡Oh, mi Romeo! no lo voy a encontrar abajo. Estará, seguro, ideando las mil y una formas imposibles de huir de ese Castillo de If en el que se han convertido nuestras casas. Él, que preferiría ir, como Ulises, de costa en costa y de gesta en gesta o navegar tras una ballena blanca, debe andar maldiciendo que el estado de alarma no le pillara a bordo del Nautilus, tratando de mantener los dos metros de distancia obligatoria con Long John Silver o surcando las primeras olas en el Patna. En cualquier lugar, pero cerca de la aventura y lejos de este aislamiento de locura que nos condena a dar vueltas como Ben-Hur sin cuadriga, con las manos a la espalda, tratando de resolver el enigma del perro (también confinado) de los Baskerville. Hay que tomárselo con filosofía, me repito buscando la ironía de la Beatriz que, confío, no me haya abandonado, volviendo del balcón, sintiéndome, por un instante, Mary Shelley en aquel año en el que no hubo verano. Por un instante, sólo por un instante, porque no se van de mi cabeza ni el Orán del doctor Rieux ni los siete pisos del terrorífico hospital de Buzzati ni la abadía de Próspero. Así que me asomo a la ventana, ya no como Julieta, sino como una de las Isoldas, soñando con volver a ser una Durrell en Corfú, Alicia cayendo por un agujero oscuro para dar con mis posaderas en un mundo de inquietantes maravillas, una náufraga asalvajada de diez años que adora la cabeza de un cerdo o Penélope, tejiendo y destejiendo. Da igual quién. Da igual dónde. Pero allá donde no exista el coronavirus. Como en los libros.
Sí, yo también me he asomado a mi terraza para buscar a Isabel y saber, por fin, de quién es hija, si de Gwendolyn o de Hanna. Pero lo que he visto son filas y filas de refugiados huyendo de los Panzers de Guderian. También he creído ver a Justine en Alejandría, pero era una ilusión, era Penélope tejiendo y destejiendo... y mi abuelo saltando desde un globo en el Mar de la China. No sé. Tal vez me ha picado el bicho.
ResponderEliminarBesotes
Jajajaja... Así me gusta, viendo cosas. Aunque espero que sea sin bicho.
EliminarAbrazos
Por el momento es el único lugar seguro.
ResponderEliminarBesos
Erik, ése y Netflix (si no tardas tres horas en elegir qué ver).
EliminarBesines
Un artículo metaliterario maravilloso. ¿Qué seriamos sin los libros? Con lo mucho que podemos viajar gracias a ellos, lo que enseñan y lo que nos ayudan en estos días a evadirnos.
ResponderEliminarBesos
Marga, gracias. Pues para quienes nos gustan me temo que son nuestra salvación estos días. Aunque, sinceramente, pensaba que leería más estos días, pero a mi cabeza le cuesta concentrarse. No sé si a más gente le pasa...
EliminarUn petonàs.
Pero qué bonito! Qué buen refugio son los libros! Y más en estos días.
ResponderEliminarBesotes!!! Y cuídate mucho!
Gracias, Margari... Lo son, aunque a mí me está costando concentrarme...
EliminarUn besazo.
(Y cuidaos mucho también).
El tipo este que no está tratando de vender no sé qué cosa porque ni me he parado a leerlo, se ha colado en todos los blogs... jejeje. En fin, bonita, que precioso lo que has escrito, ingenioso y lleno de literatura. Me ha encantado. Cuídate mucho. Besos
ResponderEliminarMarisa, sí, por suerte es fácil eliminarlo de los comentarios. Muchas gracias. Espero que estéis todos bien.
EliminarUn abrazo.
Una vez más los libros nuestra salvación. Muy bueno tu texto.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo.