Sidi, un relato de frontera


'Sidi', de Arturo Pérez-Reverte | @martatorresmol

'Sidi', de Arturo Pérez-Reverte, me acompañó en dos duras noches de hospital. Fue hace tiempo. Entre finales de diciembre y principios de enero. En aquellos días de recuerdo algo borroso en los que ya sabíamos cómo acabaría todo. El final, su final, llegó cuando aún me faltaban un par de capítulos para acabar las aventuras de Rodrígo Díaz de Vivar y sus hombres. Y ahí se quedó. En el asiento de atrás del coche. Tal como cayó cuando salí de aquel hospital un poco más huérfana de abuelos. En todo ese tiempo, más de medio año, no fui capaz de tocarlo. Ni siquiera para saber cómo terminaban algunos de los hombres que, leales, siguen a Sidi, el Cid, en la batalla contra Berenguer Remont, que en vez de tener a la hueste del castellano de frente podría haberla tenido a su lado. Los libros son sorprendentes. Escogen sus propios caminos. Y así, meses después de compartir con Mina el asiento trasero de mi viejo Golf, con la cinta dorada plantada en ese consejo de guerra previo a la rendición de Monzón, 'Sidi' decidió que ya estaba bien. Los libros son, también, caprichosos. Y la última novela de Pérez-Reverte saltó de nuevo a mi bolso en el aparcamiento del hospital. Uno de los muchos días que una habitación de la planta G se convirtió en mi segunda casa. Esta vez, además, decidida a que no la dejara a medias.

Y así, aún en penumbra, casi de madrugada, volví a encontrarme con el Cid, con el leal Minaya, la brutalidad de Diego Ordóñez, ese fray Millán que prefiere morir en combate que de hambre, el enigmático rey de Zaragoza, Mutamán, y su hombre en el campo, Yaqub al-Jatib... Y volví a comenzar por la primera página, sin miedo ni supersticiones, devorando cada página. Enrollada en esa butaca azul sólo apta para faquires, sin perder de vista la vía y con su mano en la mía. A veces, las aventuras de esos hombres siguiendo a otro en su destierro conseguían que se me olvidara todo eso. No había habitación de hospital y ruido de máquinas sino caminos polvorientos y relinchos de caballos. Una vía de escape sin moverte de donde debes estar. Una huida. Un compañero. Un respiro. Y eso, en algunas situaciones, es vital. No es fácil atrapar la atención cuando tu cabeza vive durante días en un bucle. Pero 'Sidi' lo consigue. Sus personajes. Siempre, desde la preadolescencia, me han gustado los hombres a los que da vida Pérez-Reverte. Un tipo de ellos. Los leales, a su gente y a sus principios. Los que se esfuerzan por hacer lo correcto. Los valientes. Los que toman decisiones. Los que se equivocan. Los que asumen lo que se les viene encima y le temen lo justo. Los que no contemplan huir. Del campo de batalla. Ni de la vida. Educados. De pocas palabras. Las justas. Y en esta novela hay unos cuantos de ellos. Todos envueltos en una aventura trepidante, de las que se leen en un par de tirones y te llevan de la mano a otros libros. El primero, el diccionario (siempre es un placer descubrir nuevas palabras: almófar, bridón, aljaba, contera...). El segundo, ese 'Cantar de Mío Cid' comprado durante la Secundaria, arrastrado en varias mudanzas y olvidado en lo alto de una estantería de la que, una vez encaramada a ella, te cuesta descender. Acaricias el Cantar, relees los primeros párrafos del 'Cuento del Grial' de Chrétien de Troyes, le echas un ojo a 'La muerte de Arturo', pasas de nuevo las páginas de 'El amor cortés en la lírica árabe y provenzal', que ya debían pensar que jamás volverían a estirarse y respirar. Descubres, con cierta vergüenza, 'El amor en la Edad Media', comprado con pasión y nunca leído y te da un pequeño vuelco el estómago al echar de menos 'La historia de Tristán e Isolda', ese maravilloso trabajo de ebanistería literaria de Joseph Bédier.

'Sidi' me duró apenas un día. Una noche larga, entre el sueño la duermevela y la luz que se colaba por la puerta y la ventana de la habitación. Y una mañana junto a la máquina de café. Un día envuelta en polvo, sudor y sangre cada vez que volvía allí donde la cinta dorada me indicaba, a esa frontera peligrosa de la Península Ibérica del siglo XI, ese terreno por el que el protagonista y su hueste se mueven en busca más de pan que de gloria, aunque ésta también les aguarda. Pocas veces he abrazado tanto un libro como éste. Sobre todo al llegar a ese consejo de guerra previo a la rendición de Monzón. Ahí, aún de noche, lo apreté fuerte y le susurré. Cuatro palabras. Por si acaso. Porque no quería que acabara de nuevo en el asiento de atrás del coche. Y seguí. Hasta el final. Hasta la Tizona.

"Desde lo alto de la loma, haciendo visera con una mano en el borde del yelmo, el jinete cansado miró a lo lejos. El sol, vertical a esa hora, parecía hacer ondular el aire en la distancia, espesándolo hasta darle una consistencia casi física. La pequeña mancha parda de San Hernán se distinguía en medio de la llanura calcinada y pajiza, y de ella se alzaba al cielo una columna de humo. No procedía ésta de sus muros fortificados, sino de algo situado muy cerca, seguramente el granero o el establo del monasterio.
Quizá los frailes estén luchando todavía, pensó el jinete.
Tiró de la rienda para que el caballo volviese grupas y descendió por la falda de la ladera. Los frailes de San Hernán, meditaba mientras atendía en dónde ponía el animal las patas, eran gente dura, hecha a pelear. No habrían sobrevivido de otro modo junto al único pozo de buena agua de la zona, en el camino habitual de las algaras moras que cruzaban el río desde el sur en busca de botín, ganado, esclavos y mujeres."

Título: Sidi
Editorial: Alfaguara
Páginas: 376
Precio: 20,90€
Procedencia: Regalo

Comentarios

  1. Qué relato más bonito. Lo cuentas tan bien que se te olvida que estás leyendo una reseña. Tantas emociones y sentimientos y tanta verdad.
    Del libro no sé, me da que esos personajes que alabas son del tipo "Hombres buenos", qué buena lectura.
    No sé si leeré Sidi, que con Arturo a veces bien y a veces regular y la histórica no es lo mío pero seguiré leyendo lo que tú escribas.
    Besotes, Dorothy McCullers

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Norah, han sido dos lecturas, bueno, una lectura y media bastante emotiva por las circunstancias. Es bastante 'Hombres buenos', sin tener nada que ver en la trama. Pero sí, hay algo en Sidi que recuerda a don Pedro Zárate. Los personajes son fabulosos. Atrévete con 'Sidi', que vale la pena.

      Besazos.

      Eliminar
  2. Ya he dicho en otra ocasión que Pérez Reverte no es pájaro de mi devoción como persona, pero también he admitido que escribe de maravilla. Domina los trucos del género, las sorpresas, los personajes. Así que, teniendo en cuenta que estoy en los madriles a 41ºC, me voy a arrastrar hasta la Casa del Libro y voy a comprar Sidi. Con mascarilla, por supuesto.
    Besazos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sorokin, con el tiempo he aprendido a separar el arte del artista. Si no fuera por esto, no habría leído a muchos autores. En este caso, a mí don Arturo me gusta. Y 'Sidi' también. No le llames mascarilla llámale almófar. ;)

      Besines (con mascarilla y distancia de seguridad)

      Eliminar

Publicar un comentario

Comenta, habla, opina, grita, chilla, susurra...

Entradas populares