Atrapa a la liebre
Atrapa a la liebre, de Lana Bastašić | @martatorresmol |
Todos tenemos fantasmas del pasado. Están bien. Los toleramos. Los toreamos. Quedan lejos. En una vida que no nos parece la nuestra. En una época que nos parece mentira haber vivido. Están en los álbumes de fotos, en esas páginas que pasamos rápido, mirando hacia otro lado. A veces, incluso, los olvidamos. Pero, ¿qué pasa si un día suena el teléfono y al otro lado, en otro país, habla la voz de uno de esos fantasmas? Eso es, exactamente, lo que le ocurre a Sara, la protagonista de 'Atrapa a la liebre', de Lana Bastašić. Que anda feliz lejos de la Bosnia en la que se crió, con su novio Michael, con su carrera, en Dublín, con un día a día en el que ya no piensa en el conejo blanco que compraron en un mercado después de perder la virginidad de cualquier manera, fría, sin cariño, con alcohol, tras su graduación. Ni en Lejla. Ni en su hermano Armin, el niño-hombre que una vez le deshizo la coleta antes de desaparecer durante la guerra de los Balcanes.
Ese fantasma que llama no pregunta, no sugiere, no pide. Ese fantasma exige. Que Sara lo deje todo y se encuentre con ella en Mostar para emprender un viaje a Viena, donde han visto a Armin. Y Sara, a la que se le revuelven las tripas y el corazón, lo deja todo y emprende esa especie de roadstory entre Mostar y Viena en la que no faltan los desencuentros, las confesiones, los malentendidos, los accidentes, los regresos al pasado y, sobre todo, el descubrimiento de que ninguna de las dos es aquella adolescente que la otra conocía y a la que no ve hace doce años. Y de que los recuerdos que ambas tienen de lo que pasó o dejó de pasar, nada tienen que ver. Esos doce años de separación las han convertido en dos extrañas. A ellas, a la Sara y la Lejla de la actualidad. Pero también a las adolescentes inseparables que fueron en el instituto. El tiempo y el silencio sacan punta a los fantasmas hasta transformarlos en una desagrable y molesta caricatura que nadie sabe si tiene algo que ver o no con la pretérita realidad. Dos alicias cruzando dos espejos después de enterrar al conejo blanco. Dos alicias que una vez se entendieron y que ahora hablan idiomas tan diferentes que no son capaces de comprenderse la una a la otra más que en algunos momentos, fogonazos del pasado en los que, durante un instante, vuelven a ser las niñas que no se separaban. La carretera a Viena es el camino a Armin, a ese pasado común, a ese santo grial que limará las capas con las que el tiempo y el silencio las ha ido vistiendo, una sobre otra. El tiempo, el silencio y la guerra, que está ahí, aunque a veces parezca que no. El odio, las denuncias de los vecinos, los cambios de nombre, convertir los nombres en camaleones para no parecer lo que se es. Todo eso está ahí, aunque no esté.
Lana Bastašić no es neutral. No lo pretende en ningún momento. Toma partido. Desde las primeras frases. Y nos planta en ese Atra blanco, en esa carretera, en ese viaje vibrante y algo oscuro, en el asiento del piloto. De quien ha respondido a la llamada del fantasma. De quien mira con distancia a quien debería estar cerca. Escribe como una metralleta. Con frases cortas. Contundentes. Secas. No hay compasión. Ni ternura. Cada palabra rasca. Ronquea. Como debe ser en esta historia en la que igual el fantasma no es quien llama por teléfono, sino quien responde.
"empezar por el principio. Tienes a alguien y luego ya no lo tienes. Y esta, más o menos, es toda la historia. Aunque tú dirías que no se puede tener a otra persona. ¿O debería decir ella? Quizá sea mejor así, es lo que te gustaría. Convertirte en ella en un libro. Bien.
Ella diría que no se puede tener a alguien. Pero no tendría razón. Se puede poseer a la gente por cantidades irrisorias. Solo que a ella le gusta verse como la norma general del funcionamiento del universo. Y lo cierto es que puedes tener a alguien, pero no a ella. No puedes tener a Lejla. A no ser que la sometas, la enmarques y la claves en la pared. Aunque, ¿seguimos siendo de verdad nosotros cuando nos quedamos congelados para la foto? De algo estoy segura: Lejla y la idea de pararse nunca han ido juntas. Por eso aparece como una mancha en todas y cada una de las fotos. Nunca ha sabido pararse."
Título: Atrapa la liebre
Autora: Lana Bastašić
Traductor: Pau Sanchis Ferrer
Editorial: Navona
Páginas: 272
Precio: 19€
Procedencia: Bookish
No conocía la novela pero puede ser una lectura interesante, gracias por la reseña.
ResponderEliminarBesos
Espe, es una novela muy interesante, aunque reconozco que la relación entre las dos protagonistas puede resultar algo incómoda.
EliminarBesines.
Hola. Pues este libro me da miedo. Creo que me podría gustar por la historia, por la honestidad y lo complicado de la relación. No he pensando aún si lo voy a leer y ya me he cabreado con Lejla por hacer caso de esa llamada. ¿Qué manía tiene la gente con estropear las cosas cuando están bien y volver al pasado?
ResponderEliminarEs que vale, admito dureza y severidad pero si me falta ternura y un poco de piedad... Y solo falta que la cosa acabe mal.
Besotes Dorothy Lemaitre
Norah, es un libro muy interesante en el sentido de que esa amistad y ese regreso al pasado que supone esta road story balcánica no es nada edulcorada. Hay buenos recuerdos, pero en el momento en el que piensas "qué bien, algo agradable" resulta que no, que ese recuerdo también está sucio. No acaba mal, por eso no sufras.
EliminarBesines.
Un libro especial, no habia leido nada como esto. Pero que hacemos al final? Hacia donde voy ahora?
ResponderEliminarAurea, es un libro muy muy especial. ¿Con el final? Pues nada, coger el cuadro y salir corriendo... ;)
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