'El vestido azul', la espera de Camille Claudel
'El vestido azul', Michèle Desbordes (Periférica) | @martatorresmol |
Hay libros que duelen. Que te atacan, prácticamente. Van directos a tu línea de flotación. Y sólo te dejan dos opciones. Rebelarte, enfrentarte a ellos, iniciar una pelea. O rendirte. Dejar que entre el agua y abrazarlos. Acariciarlos mientras te tomas una copa de vino y confiar en que el boquete emocional no sea tan grande. 'El vestido azul', de Michèle Desbordes, es uno de esos libros. Al menos para mí. Porque esta historia, que se lee en dos tirones, uno si las obligaciones lo permiten, te mete de lleno en una de las cosas que más me han aterrado siempre, desde niña, desde que leí un relato que no debería haber leído hasta unos años más tarde: una mujer cuerda encerrada en un manicomio.
Esa mujer es Camille Claudel, amante de Rodin. Una mujer fuerte, inteligente, creativa, llena de talento, valiente, rebelde... Una mujer que no teme a sus sentimientos. Ni al que dirán. No teme, siquiera, a ese hombre mayor, ese artista consagrado, ese profesor, ese escultor cuya estela brilla tanto que apaga la suya. No teme, tampoco, a su hermano. A Paul. Al poeta, al cónsul, al cómplice de infancia que le ayudaba a llenarse las manos de barro para dar forma a su rostro, al hombre que la encarcela. Que la encierra de por vida. Que la condena a pasar treinta años de su vida en un psiquiátrico. Un lugar en el que Camille pierde la fuerza, las ganas, las ilusiones, la vida. Donde sus vestidos y sus mejillas pierden todo el color. Se difuminan. Desaparecen. Un lugar en el que la soledad se la come. En el que se aferra a su cuaderno, ése en el que anota las fechas de las escasas visitas que recibe, y a sus recuerdos. A la mujer fuerte, inteligente, creativa, llena de talento, valiente, rebelde, que fue y que ahora no encuentra, por más que la busca, ni entre los pliegues de sus vestidos desteñidos.
Lo que más duele no es que Camille no tema a su carcelero. Es que lo quiere. Adora a su hermano. Le espera. Da igual el tiempo que haya pasado. Meses. Años. No importa. Camille se va llenando de arrugas. Le cuesta caminar. Y sigue esperando. Con la fecha anunciada por carta grabada a fuego en su cabeza. Su cabeza cuerda. La cabeza de una mujer víctima de su tiempo. Y de los hombres que, supuestamente, la querían. Y eso... Eso duele. Te ataca. Va directo a tu línea de flotación. Y sólo te deja dos opciones.
"Era cuando ella lo esperaba. Era, sin duda, en los días en que ella lo esperaba cuando, habiendo recibido la carta que anunciaba su visita y, tomando una de las sillas del corredor, se instalaba fuera para esperarlo, arrastraba la silla por la hierba junto a la escalera de entrada y se sentaba a la sombra de los robles, y un poco de sol atravesaba las ramas, jugando sobre la grava y el boj, las flores a los pies del árbol. Él la encontraba allí cuando llegaba, sentada en aquella silla delante del pabellón, inmóvil y con las manos cruzadas sobre el regazo, con aquellos vestidos grises o marrones, siempre los mismos, y aquel sombrero con el que se la ve en las fotos, del mismo color indefinible, y que en los primeros años le enviaba su madre, asegurándole que le haría falta (...)".
Título: 'El vestido azul'
Autora: Michèle Desbordes
Traductor: David M. Copé
Editorial: Periférica
Páginas: 152
Precio: 16€
Procedencia: préstamo Marian
¡Hola! Algo había oído de esta novela. La verdad es que según te leía los pelos se me ponían como escarpias. Me parece un horror que alguien sea capaz de destruir una vida de esa forma y más suponiendo que él debía querer a su hermana. ¡Me da una pena!!
ResponderEliminarLo que no entiendo..., a lo largo de toda su vida no hay nadie, ningún psicólogo, psiquiatra que se de cuenta de que no está loca?
Besos
No he leído el libro, ni lo pienso leer, para evitar el enorme enfado que me va a entrar con el HDP de su hermano, un elemento de mucho cuidado: poeta cristiano, partidario confeso de Franco y de Pétain. Uno de los muy pocos "intelectuales" franceses que apoyaron a Franco públicamente, llegando incluso a romper con Mauriac y Bernanos que, ellos también católicos, denunciaron la represión franquista. Vamos, que no lo soporto.
ResponderEliminarPero, vaya, que Philippe Claudel no tiene nada que ver con él.
Besos
Lo tengo en casa esperando un momento de tranquilidad para leerlo porque intuyo que lo voy a disfrutar y no quiero estropearlo con una prisa
ResponderEliminarBesos
¡Hola Dorothy! :)
ResponderEliminarMe paso por aquí por primera vez, ya tienes una nueva seguidora.
La premisa del libro me parece bastante dura, aunque sin duda es interesante.
Besos
Se me ha hecho un nudo leyendo la reseña. Me atraen muchísimo estos relatos de los mancicomios y el personaje y la historia son magnéticos pero me dan mucho miedo los golpes. Es que ahora no es el momento de llevarse ninguno, habrá que levantarse antes.
ResponderEliminarBesos Dorothy Coetzee.