Frankenstein era feminista
@martatorresmol |
Marta Torres Molina | Diario de Ibiza
Era desapacible y húmeda, a pesar de ser verano, la noche en la que nació ‘Frankenstein’. Mary Shelley, su madre, pasaba el verano en los alrededores de Ginebra acompañada, entre otros, de los escritores Lord Byron y Percy Shelley. La meteorología impuso a los veraneantes largas veladas junto a la chimenea escuchando historias de terror. En ese ambiente, a Byron se le ocurrió que cada uno escribiera su propio relato para leerlo a los demás. Debía ser terrorífico. Hacer que los invitados temblaran. Provocar pesadillas. Mary Shelley podría haber hecho lo que se esperaba de una jovencita a principios del siglo XIX, limitarse a triviales diversiones femeninas y a asegurarse de que a los hombres no les faltara el brandy mientras escribían. Pero no. Se encerró en su habitación y lejos de amilanarse (recordemos, Shelley y Byron, nada menos) parió ‘Frankenstein’. Fascinante. Estremecedora. Maravillosa. Lo sabemos hoy, dos siglos después. Y lo supieron al instante quienes la escucharon por primera vez una de aquellas noches del verano de 1816. Que Mary Shelley se sentara en aquel escritorio para escribir una de las obras más importantes de la literatura universal no fue casual. Que pensara que su historia podía ser mejor que la de sus ilustres compañeros de vacaciones no fue casual. Que osara competir con ellos no fue casual. Mary Shelley era hija de Mary Wollstonecraft. Filósofa. Escritora. Madre del feminismo moderno. Tenía muy claro que las mujeres no eran inferiores a los hombres. Que con la misma educación y formación, podían obtener los mismos logros. Alcanzar las mismas metas. Incluso, muchas, ser mejores que ellos. Ser las mejores. Como Mary Shelley aquel verano suizo con su criatura. En pleno siglo XXI todas tenemos la obligación de ser Mary Shelley: no dudar de nuestras capacidades, asumir que somos iguales que los hombres y que merecemos tener en el día a día, no sólo sobre el papel, los mismos derechos y luchar por ellos. También tenemos la obligación de ser Mary Wollstonecraft, porque no podemos permitir que ni una sola niña se corte ella misma las alas antes de saber hasta dónde puede volar. Antes de encontrar su Frankenstein.
Un clásico imprescindible. Y sí, desde luego que tenemos esa obligación. No les cortemos las alas pero hay que enseñarles a que no se corten las alas ellas mismas.
ResponderEliminarMuy buena entrada.
Besotes!!!
Margari, es uno de esos libros que leí de adolescente y me fascinó tanto que lo leí varias veces seguidas. ¡Gracias!
EliminarBesines
Mi mejor Frankestein es el que saca Víctor Erice en "El espíritu de la colmena", con una Ana Torrent niña, tiernísima. La verdad es que casi no me acuerdo de nada. Solo del monstruo y de la niña. Voy a ver si la encuentro para verla otra vez, porque mucho me impactó cuando la vi. Y te diré la verdad, no sabía que Mary Shelley era hija de la Wollstonecraft ni que era amiga de Lord Byron. Podría decir que, "así, cualquiera", pero el hecho es que los superó con creces.
ResponderEliminarAbrazotes
Sorokin, pues ahora que lo mencionas... tendré que volver a verla, porque no lo recuerdo. De hecho, no recuerdo mucho la película. Te confesaré que Erice no es muy santo de mi devoción. En realidad quien era amigo de Byron era Percy Shelley, con el que la jovencísima Mary, que era su amante, se escapó. Pensaban pasar un verano alegre, pero la meteorología y las cenizas de un volcán se lo impidieron. Les dio sopas con honda.
EliminarAbrazos.
No sabía la historia hasta que leí "La noche del verano que nunca llegó", es uno de mis libros favoritos desde entonces. Es fascinante y Mary Shelley también. Admiro muchísimo a estas mujeres, sobre todo porque aunque tengo mis pequeñas rebeldías no soy una mujer valiente. Y estoy de acuerdo con lo que dices al final, es una frase no para recordar sino para llevar tatuada.
ResponderEliminarBesos Dorothy Nin
Norah, ser valiente no es sólo ser capaz de grandes actos, hay muchísimos pequeños actos de valentía que hacemos cada día. Igual me la tatúo... (tengo sed de tinta)
EliminarUn besote.
Imprescindible
ResponderEliminarlola, tal cual.
EliminarNo podemos dejar de volar NUNCA. Bonito homenaje el que has dedicado a la abuela y la madre de Frankesnstein.
ResponderEliminarBesines utópicos, Irma.-
Irma, muchas gracias. Lo de volar a veces se pone complicado.
EliminarUn besote.
Qué buena expresión la de 'parir Frankenstein'. Curiosamente lo voy a empezar a leer en un rato. Lo llevamos al club de lectura. Besos
ResponderEliminarMarisa, pues fíjate que me salió de forma espontánea, luego estuve pensando cambiar el verbo porque parir es algo que sólo puede hacer una mujer, pero al final lo dejé porque me gustó (la de vueltas que le damos a las cosas ahora). Espero que te guste. A mí todas las veces que lo he leído me ha parecido fascinante.
EliminarUn besote.