La niña que miraba el mar
@Martatorresmol |
A veces, cuando miro el mar, se me escapa una sonrisa. A veces, cuando alguien piropea mis ojos castaños, sonrío, melancólica, y pienso en la niña que se pasaba los días buscando el mar (la Mar) con la mirada. Era una niña que vivía en el puerto (bueno, junto al puerto). Paseaba por el muelle. Hacía equilibrios sobre los norayes. Jugaba a adivinar los cabos encapillados. Corría por los pantalanes. Contaba barcos en el horizonte. Se sentaba en los escalones del monumento a los corsarios para lamer su cucurucho de chocolate y limón. Apoyada en el espigón, dejaba que el pelo le hiciera cosquillas al bailar con el viento. Saltaba entre las redes extendidas. Se embobaba mirando a los viejos pescadores coserlas. Secos. Enjutos. Con las manos nudosas. Renegridos de sol. La piel surcada de arrugas. Perdía la noción del tiempo mirando el baile de los dedos. Y los ojos. Azules. Siempre azules. De toda una vida mirando el mar, pensó la niña. Ansiosa por una mirada de agua, trazó un plan. No apartaría la vista del mar. Hasta que le llenara los ojos. Más de 30 años después aquella niña sigue mirando el mar. Sigue esperando. A veces, se le escapa una sonrisa. A veces, cuando alguien piropea sus ojos castaños, sonríe, melancólica.
Nostalgia y amor por el mar. Para los isleños es parte de nuestra vida, lo necesitamos casi como el oxígeno.
ResponderEliminarBesos
Marga, creo que se nos va metiendo en el cuerpo poco a poco y acaba siendo parte de nosotros.
EliminarPetonets
Qué bonito!!
ResponderEliminarAbrazo!
Zamarat, ¡muchas gracias!
EliminarAbrazos.
¡Que bonito!!! Imagino que la niña de los ojos castaños es Dorothy, mirando al mar...
ResponderEliminarUn beso
Marian, imaginas bien. Siempre quise tener los ojos claros, de verdad, de muy niña, pensaba que si miraba mucho el mar cambiarían de color.
EliminarBesos.
Es que no hay mirada ni nada que pueda compararse a la del mar...Un besote!
ResponderEliminarRocío, para los que vivimos junto a él, creo que no.
Eliminar¡Besines!
El mar siempre me sonó a libertad, a posibilidad de que en otro lugar las cosas son diferentes. Lo miro y siempre pienso qué habrá más allá, a dónde llegaría si pudiera nadar en línea recta.
ResponderEliminarCuando cambié de ciudad por una temporada me daba miedo mirar el nuevo mar, aunque era otro y distinto, sabía que me dolería recordar el mío. Fue muy raro. El primer día que por fin me animé a ir, supe que ya estaba bien en mi nuevo hogar provisional.
Un beso Dorothy Murdoch
Norah, para mí el mar es mi hogar, mi termómetro, mi medicina, mi libertad y, al mismo tiempo, mi prisión (cosas de las islas). Nuestro mar es el nuestro, los otros, por bellísimos que sean, son otros.
EliminarBesines.
(Ains la amiga Iris... Me están entrando ganas de releerla...)
Precioso. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarUn abrazo
Al calor... Gracias a ti por leerlo y por tus palabras.
EliminarAbrazos.
A mí el mar me enamora. A veces pienso que es porque lo tengo lejos pero siento que si viviera en algún lugar con costa me provocaría la misma sensación. Muy bonito. Besos
ResponderEliminarMarisa, seguramente, si lo tuvieras a pocos metros todos los días estarías igual (o más) de enamorada de él.
EliminarBesos