Marta Catalan: "Todos somos constructores de historias"


Marta Catalan | Sergio G. Cañizares

Siento fascinación por los cuentacuentos. Me encanta hablar con esas personas que viven (o lo intentan) de contar historias. Será por su oficio, que están muy entrenados o que se tragaron a la serpiente Kaa de pequeños, no lo sé, pero me quedo embobaba escuchándoles. Hablan de la magia de la voz humana, te descubren que el calor no está en el fuego de la lumbre alrededor de la que el ser humano cuenta las historias sino en la palabra, te recuerdan que perder la tradición de la palabra dicha es perdernos unos a otros... Son sabios. Marta Catalan lo es. Sus historias nacen, todas, de un abuelo marinero que se las contaba de niña. Realidad o ficción, que cada uno crea lo que más le guste. O le motive. O le inspire. O le haga soñar.

Marta Torres Molina | Diario de Ibiza
«Había una vez»... Es una buena forma de comenzar un cuento?
Es una buena fórmula, sí. Captas la atención. Había una vez, esto era una vez... Son buenas fórmulas. Igual que para acabar colorín, colorado, este cuento se ha acabado. Todo el mundo sabe que así empieza algo. Es casi una contraseña. Yo no la uso, pero no sería una mala forma.
¿Cuál usas?
Siempre empiezo explicando que todas mis historias vienen de un abuelo marinero que me las cuenta. También con maletas que encuentro en las buhardillas. Siempre voy a buscar cosas que los niños pueden reconocer como propias, que inspiran y con las que los padres pueden ver que de cualquier objeto es posible generar una historia.
¿De cualquier cosa podemos inventar historias?
¡Claro! De todo y, de hecho, lo tendríamos que usar más para explicar las cosas, para explicárnoslas. Todo es un relato y depende del que hagas ves la realidad  con unos ojos u otros. Al final, todos somos constructores de historias.
La fuerza de la palabra.
Sí, todos conocemos aquella persona que de una cosa insignificante sabe hacer una gran anécdota. Depende de cómo la vistas, la expliques y de los recursos que utilices.
¿Eso se puede aprender?
Se aprende. Soy una defensora de la comunicación oral, de su potencia y de cómo se tendría que estudiar más en las escuelas. Hoy en día los niños lo están trabajando más, hacen más exposiciones orales y desde muy pequeños. Pero mi generación y las más mayores teníamos pánico a salir delante la clase a recitar, por ejemplo, «con diez cañones por banda...». Pánico a salir y hablar en público. Se bloqueaba la comunicación y explicar los sentimientos. Sobre todo en la generación de nuestros padres y sobre todo si eras hombre. Y si eras mujer según qué no lo podías decir. Reprimir los sentimientos, lo que pensamos o vemos, nos ha generado un nudo y una imposibilidad de comunicarnos oralmente que hace que, por ejemplo, mucha gente se encuentre luego, al escucharse en la radio o a la televisión con que no le gusta su voz.
¿Por qué?
No nos la oímos. Y nos han hecho no gustarnos a nosotros mismos a la hora de expresarnos y comunicarnos. Tenemos miedo y vergüenza.
En la escuela, hablar en público se empleaba, incluso, como castigo.
Sí. Y luego llegaba el momento de hacer el trabajo de fin de carrera y te generaba una gran angustia tener que exponerlo. Se tendría que empezar a implantar la normalización de la comunicación oral, hacer que todos tengamos suficientes herramientas para comunicarnos. De hecho, imparto unos talleres de comunicación oral para madres de bebés, los titulo como de voz y canción, pero no es más que aprender a amar nuestra voz y transmitirla a nuestros niños. Ellos nos ayudan porque con los niños, y más si son nuestros hijos, perdemos la vergüenza, volvemos a conectar y a explicar historias y liberar esa imaginación que  teníamos reprimida.
Los niños te dicen «cuéntame un cuento» y piensas «y ahora, ¿que hago?».
[Ríe] ¡O te piden que les cantes! Pasa mucho que tienes un hijo y te das cuenta de que tienes que cantarle para ir a dormir y te planteas si podrás o sabrás porque sólo cantas en la ducha. ¡Pues sí! Todo eso lo tenemos ahí dentro y los niños nos permiten sacarlo, desnudarnos y reinventarnos.
A mí, de pequeña, me cantaban el ‘Pena, penita, pena’. ¿Le damos demasiadas vueltas a qué cantamos o qué contamos?
Sí, lo importante no es qué les cantas, lo que importa es que les cantes. Cuando les cantamos, si los tenemos en brazos, sienten el latir del corazón, la respiración, la voz... Se sienten a gusto. Y lo que importa es que se lo cantemos nosotros, no sirve de nada tener una aplicación en el móvil que les canta una nana mientras están en la cama. ¡Esto no es! Tenemos que cantarles y da igual qué. Incluso la canción más roquera bajada a un ritmo lento, que nos guste y nos haga sentir placer. Tenemos que pensar que cantarles sirve para transmitir-les emociones, si queremos que se duerman y estamos nerviosos, no se dormirán. Es igual si es el ‘Pena, penita, pena’ o una canción heavy, lo importante es que les cantamos nosotros. No es el qué sino el como. Y desde la conciencia.
Impartes talleres para madres y padres de recién nacidos. ¿Llegan con vergüenza?
¡Sí! Estoy planteándome hacerlo por Internet. Quizás así, desde la intimidad, se rompe más la vergüenza. Cuando estamos en esta situación, ese momento en el que parece que se nos abre un nuevo mundo y que lo leemos y lo buscamos todo, también necesitamos comunicar nuestras angustias. Vemos que cosas que se nos hacen una montaña son tan normales que, al comentarlo con otros, se normaliza y nos relajamos. Éste es el objetivo: compartir. Ver que no estamos solas. Viviendo más en tribu, en comunidad, podríamos aprender cómo los niños están en otros brazos, cómo se les cantaba, cómo los mecían manos más expertas... Ahora nosotras nos encontramos solas, con nuestro bebé y tratando de superar los tabúes de la sociedad. A veces hacemos montañas demasiado grandes de cosas que, si se comparten, se simplifican.
¿Esta es la idea de los talleres?
La idea es que la respiración y nuestra voz son dos herramientas importantísimas para comunicarnos con nuestros niños hasta los seis meses. Después ya empiezan a moverse y entran en otra dimensión, pero en este periodo en el que sólo tienes la comunicación visual piensas, «si no me está entendiendo, ¿es importante que le hable?». Pues sí, porque tu voz es única, la conoce y es la voz que le da confort, seguridad, bienestar... Tomar conciencia de esto es lo importante de los talleres. ¡Y perder la vergüenza!
Volvemos otra vez: el poder de la palabra dicha.
Exacto, la palabra dicha.
¿Las redes sociales han hecho daño a la palabra dicha?
Pues no te lo sabría decir, porque por whatsapp hoy en día también se emplean mucho las notas de voz. Creo que al final es la presencia lo que cuenta, decirnos las cosas cara a cara. La comunicación oral tiene una parte de hablar pero también de contacto visual, postura física, de comunicación no verbal, que es importantísima. Aquí es donde se ha roto la comunicación no verbal. Puedes estar en pijama, despeinada y hablando de cosas eróticas que no cuadran con tu imagen en ese momento. Aquí es dónde hemos cedido, creo, en cuidar la imagen y la comunicación no verbal respecto al mensaje.
Nunca empiezas tus historias con «había una vez...», ¿cómo las acabas?
Siempre igual: A mí una vez me dijeron: Marta, cuenta cuántos cuentos cuentas porque si no cuentas cuántos cuentos cuentas perderás la cuenta y no sabrás cuántos cuentos has contado. Y es así. Como cuento contado, este cuento ya se ha acabado. ¿Qué te parece?
Que da tiempo a asumir que el cuento se acaba.
¡Exacto! Esto lo digo siempre mirando a los padres.

Comentarios

  1. Compartimos fascinación por los cuentacuentos y por todas aquellas personas que dedican su vida a contar historias, para pequeños y para no tan pequeños. Será porque soy de las que siempre le ha dado temor hablar en público. En el cole lo pasaba fatal. Y todavía me cuesta, lo reconozco. Así que admiro al que usa la palabra con maestría, crea historias, crea personajes, nos regala historias. Gracias por esta estupenda entrevista.
    Besotes!!!

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  2. Qué bonito y cuánta razón tiene con lo de que no nos enseñaban a hablar en público y teníamos pánico. Pero eso sí está cambiando, parece que de vez en cuando damos pasos hacia delante. Aunque sus cursos por internet creo que no sería lo mismo. Ella lo dice, faltaría el contacto, el estar cara a cara.
    Lo de cantar a los bebés es como cuando la gente canta en un concierto, siempre suena bien.
    Besotes, Marta.

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