'Malena es un nombre de tango', la sangre, los secretos, las pasiones...
Malena o Reina. La pasión o el comedimiento. Ir con el corazón y la piel desnudos, dispuestos a sentir y a sufrir. O envolverlos y esconderlos para que nadie (excepto tú misma) los dañen o los llenen de ponzoña. Malena o Reina. Hay que escoger. Desde las primeras páginas. Tomar partido. Porque sólo así es posible leer de verdad ‘Malena es un nombre de tango’, de Almudena Grandes, una novela en la que los sentimientos y las relaciones familiares se trenzan, se lían, se enredan y crean nudos imposibles de deshacer. Malena o Reina. La melliza sana, de labios de india, con la sangre de Rodrigo (ese antepasado que participó en la conquista de Perú) corriendo por sus venas, rotunda, explosiva de cuerpo, de emociones y de palabra. La melliza que nació pequeña, de rasgos delicados, cándida (cuidaos de las cándidas, a las que no lo somos se nos ve venir), buena, la que hace lo que se supone que debe hacer, la que viste con recato y esconde las emociones y la lengua. Malena y Reina. Ellas son las guías por la historia familiar, por un árbol genealógico que se remonta a los años de Pizarro en las Américas, de donde procede una de las reliquias familiares, una esmeralda que Malena acarreará durante toda la novela, desde que su abuelo, ese hombre callado que lleva a sus espaldas una vida con dos familias y que sólo muestra su cariño con Pacita, su nieta discapacitada, reconoce en ella su propia sangre y se la entrega, a escondidas, cuando es apenas una niña. Un secreto que la Malena niña, a pesar de su edad, entiende que debe guardar. Un secreto entre abuelo y nieta. Sólo uno más de los secretos que los personajes, trazados al milímetro, guardan con celo. Con avaricia, incluso. Secretos que intuyes, que sospechas, que juegan contigo como esos mosquitos que te rondan durante el sueño y no llegas nunca a ver, por más veces que enciendas la luz.
‘Malena es un nombre de tango’ (después de varios libros de periodismo necesitaba uno así, largo, lleno de subordinadas y coordinadas y de frases que ocupan un párrafo y que rebuscan dentro de la piel y las entrañas) va, a veces, hacia atrás. A veces, también, da un paso adelante, unos años, en las vidas de sus protagonistas. Malena. Reina. Adolescentes. Lanzada una al amor y al sexo sin barreras. Aparentemente contenida la otra. Y así etapa tras etapa. Juventud. Matrimonio. Maternidad. Dos vidas paralelas condenadas a ser secantes. Dos vidas que se exhiben al lector como no se muestran a sus protagonistas, desconocedoras de los secretos que guarda la otra. Reina no sabe nada de la esmeralda. Ni de que Magda, la pasional y exuberante tía que se metió en un convento del que se escapó, está en realidad muy cerca. Malena no sabe que Reina le sigue los pasos, robándole su vida, hurtándole el amor, espantándole a quienes la quieren, comiéndosela como la carcoma sin que se dé cuenta hasta que todo empieza a desmoronarse. Y entonces sí. Entonces se ven los agujeritos de la carcoma. Y las picaduras de los mosquitos que te rondaban durante el sueño.
"Yo estaba escondida detrás del castaño de Indias y recuerdo las pequeñas esferas erizadas de pinchos que asomaban entre las hojas, así que debíamos estar en primavera, quizás ya en la frontera del verano, y supongo que me faltaba poco para cumplir nueve años, tal vez diez, pero seguro que era domingo, porque todos los domingos, después de oír misa de doce, íbamos con mamá a tomar el aperitivo a casa de los abuelos, un sombrío palacete de tres pisos con jardín, Martínez Campo casi esquina con Zurbano, que ahora es la sede española de un banco belga".
Título: 'Malena es un nombre de tango'
Autora: Almudena Grandes
Editorial: Tusquets editores para Círculo de Lectores
Páginas: 640
Precio: 1,5€
Procedencia: mercadillo
Lo leí hace muchos años y lo disfruté un montón porque me encantan los secretos y los tejemanejes y porque era muy fan de esta Almudena que me recordaba mucho a Isabel Allende, a las de antes, porque ambas se han perdido ahora. Una haciendo experimentos y la otra con la guerra civil.
ResponderEliminarYo tengo que decir que era más de Malena, tampoco me fío de los que van de santos.
Besos, rescatadora de recuerdos.
Norah, ¡ups! se me olvidó decir con quién me quedaba yo, pero creo que es más que evidente que también soy de Malena. Puedo entender y perdonar un enfado, un grito, una mala cara... Pero no puedo perdonar una traición, que me engañen, que me vayan por detrás. Y sí, coincido contigo, se nos han perdido. Ya no encuentro a la Isabel Allende de 'La casa de los espíritus', por ejemplo.
EliminarBesos
Mira, pues le tengo ganas desde hace veinte años. A ver si cuando acabe con mi relectura de Flaubert me meto con ella.
ResponderEliminarUn respetuoso saludo
Sorokin, espero que la disfrutes. Necesita tiempo, no es de esos libros que se leen rápido.
EliminarSaludos