'Los últimos días de nuestros padres', donde los libros deben doler


Hay historias que duelen. Libros que duelen allí donde deben doler los libros. Porque un libro que no duele (o que no conmueve o que no te hace reír, o mejor aún, sonreír, o que no te hace pensar o que no te obliga a mirarte por dentro) es un libro que ha pasado por tus ojos, pero no por ti. Y 'Los últimos días de nuestros padres', de Joël Dicker, es de los que no te dejan salir de él sin una cicatriz lectora más. De los que desearías no haber leído para poder tener el placer de volver a leer, virgen aún de sus páginas. En la primera de ellas, Dicker (impresiona pensar que escribiera esta novela con apenas 25 años) nos sienta en una colina con varios jóvenes, entre ellos el protagonista, Paul-Émile (Palo). Estamos en la Inglaterra de 1940. Fumamos mirando el horizonte. Sabemos que nada bueno nos espera. Que el camino en el que nos hemos visto metidos es harto complicado. Y que si algo bueno llega, será sólo para que duela aún más dejarlo atrás, como aquello que queríamos y a lo que ya hemos renunciado. Ese pitillo en esa colina es un descanso. Palo y otros jóvenes se preparan para una nueva sesión del duro entrenamiento, que no todos resistirán, en un caserón de la campiña. Son futuros integrantes del Special Operations Executive (SOE), una sección de los servicios secretos creada por Winston Churchill para sabotear al enemigo desde dentro. Un entrenamiento en el que se forjarán lazos de amistad inquebrantables, a pesar de la seguridad de que todos tienen a la muerte rondándoles. O quizás precisamente por eso. Y así, la apasionante historia ambientada en la Segunda Guerra Mundial, una historia de espionaje, de tensión, de no saber nunca quién está de tu lado y quién del otro, de miedo, de no poder dar un paso sin pensar en el contraespionaje, de trayectos por la convulsa Europa de los años 40, de documentos secretos, de asesinatos y detenciones y torturas es también una historia sobre la pérdida. La pérdida absoluta. Porque no hay pérdida mayor que la renuncia, la pérdida consciente. Perderse a uno mismo. Perder a los demás. Perder las esperanzas. Y las ilusiones. Perder, en ocasiones, la seguridad de estar haciendo lo correcto. Perder el control sobre tu camino. Perder la capacidad de decisión. Perder amigos. Y al amor de tu vida. Perder la juventud. Y a los padres, Y a los hijos. 'Los últimos días de nuestros padres' es demodelora. Con las horas de sueño. Emocionalmente. La imagen de ese padre, el padre de Paul-Émile, pendiente de las postales de su hijo, ésas que burlan la incomunicación, esperando cada año que llegue a cenar el día de su cumpleaños, duele. Esa imagen constante duele. Donde debe doler.

"Fumaban al amanecer, mientras contemplaban sentados el negro cielo que bailaba sobre Inglaterra. Y Palo recitaba su poema. Al abrigo de la noche, recordaba a su padre.
Sobre la colina donde se encontraban, las colillas teñían de rojo la oscuridad: habían adoptado la costumbre de venir a fumar allí a primera hora de la mañana. Fumaban para hacerse compañía, fumaban para no despertar. Fumaban para olvidar que eran Hombres."

Título: 'Los últimos días de nuestros padres'
Autor: Joël Dicker
Traductor: Juan Carlos Durán Romero
Editorial: Alfaguara
Páginas: 408
Precio: 19€
Procedencia: Biblioteca Vicent Serra i Orvay

Comentarios

  1. Pues siéntate que ahora voy a hablar yo. Leí el famoso de Harry Quebert y no estaba mal pero me pareció que lo habían endiosado sin motivo y me torcí. Pero vinieron los Baltimore y el muy pillo me plantó portada de Hopper y una "americanada", y dije: venga va, seguro que ha mejorado y te llevas una alegría. Pues no. Me llevé un cabreo porque es un libro "tomapelo", todo el rato escondiendo un tremendo secreto que al final no estaba a la altura. Y me enfadé tanto que ni le hice reseña, ni tan siquiera guillotina, no vaya a ser que a alguien le dé por leerlo.
    Y luego vi este, y vi que iba para atrás y ni me molesté, que encima era en bélico y con tíos haciendo de tíos y todo junto gloria.
    Y ahora vienes tú a estropearlo todo, jeje. Porque ya sabes que me fío de tus arrebatos lectores. Y si me toca desmontar mi teoría Dicker, se desmonta. Y me da la impresión de que en este libro escribió con más libertad y para sí, que dio vida a la historia qie quería contar ya que uno de los puntos de mi teoría sobre él (ya te dije que te sentaras), es que escribe para las mujeres, que son su gran público. Así que como por lo que cuentas, esta novela le ha salido de dentro, es otra cosa y por eso aunque sea de cuando era pequeño, con 25 eres pequeño, es mejor que las posteriores.
    El único problema que le veo es la demolición, que estoy yo como para que me demuelan ahora. Pero encontraré el momento.
    Besos, Dorothy Némirovsky.

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  2. Norah, me siento, me siento. Y hasta me sirvo un vino. Pues te voy a confesar que en realidad yo buscaba al famoso Harry Quebert en la biblioteca, pero estaba solicitadísimo y 'Los últimos días de nuestros padres' fue como el libro de consolación. Y menos mal. Porque quizás, si hubiera empezado por la archifamosa novela me hubiera pasado como a ti. No sé cómo serán las posteriores y no tengo claro que quiera saberlo, pero esta es maravillosa. Y sí, una de las cosas que más me han gustado de ella es la frescura, la naturalidad con la que se cuenta todo y con la que transcurre toda la trama. Es bélico, y hay hombres haciendo de hombres, no te voy a decir que no. Pero eran los años 40 y las cosas eran así. A pesar de eso hay una mujer. Tremenda. De armas tomar. En ese mundo de hombres. Una de esas mujeres que nos gustan. Lo de la demolición... Para mí ha sido una bola de demolición, pero ya sabes que eso es muy personal. Todos tenemos nuestros puntos débiles y la pérdida, sobre todo cuando es una renuncia autoimpuesta a la que te sientes o te ves obligada, es uno de los míos.

    Besotes, Norah Robespierre (saca la guillotina, anda, que me mola mucho)
    P.S: ese apellido me queda muy grande.

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  3. A ver quién te dice que no con esta tremenda reseña!
    Besotes!!!

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    1. Margari, ¡gracias!
      ¡Siempre se puede decir que no!

      Un besazo

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  4. ¡Hola! No conocía este libro pero me encantan los libros con tramas ambientadas en La segunda guerra mundial. Leí bastantes bélicos y ninguno me ha pasado desapercibido, a decir verdad. Concuerdo con vos totalmente en que un libro no es realmente una lectura fructífera, que pasa por nosotros, sino logra que miremos dentro nuestro.
    Me alegro mucho que hayas disfrutado la lectura :)
    No conocía tu blog, pero me quedo a seguirte desde ya. Besotes, nos leemos♥

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    1. Soñaba pianos blancos, a mí la Segunda Guerra Mundial es un tema que me interesa mucho y este libro me ha encantado, no sólo por la ambientación, también por la historia, que se devora.
      Bienvenida.
      Nos leemos.

      Besos

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  5. Otro?? Pero si todavía tengo los anteriores sin leer... Aims se me acumula el trabajo. Besos

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    1. Marisa, otro, otro. Es el primero de Dicker. Me gustó tanto que no me he atrevido con los demás por temor a que no me gusten tanto.

      Besines

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