En el gris de Polanski


Por un momento pensé que mataba a Polanski. Lo juro. Pensé meter las manos en la pantalla del cine, buscar su cuello y estrangularlo con el lienzo en el que en ese momento se proyectaba la noche envolviendo a Ewan McGregor (a quien me abstendré de valorar porque no soy objetiva: me gusta de cualquier manera). No podía ser que el final de 'El escritor' fuera tan simplón y que una tumba sirviera para cerrar la trama. Menos mal que en los últimos diez minutos la cosa se arregla. Bueno, tampoco se le puede pedir más a una trama de Robert Harris, entretenida y en la que los malos al final son los que cualquiera con unos cuantos capítulos de CSI y la señora Fletcher a la espalda puede imaginar desde el primer segundo en el que aparecen en la pantalla. Lo mejor de la última de Polanski, sin duda, el ambiente. Ese gris que se lo come todo y que te hace mirar con ojos suspicaces hasta las hojas recién caídas de los árboles. La playa invernal y desierta. La tormenta. El coche solitario en la bodega de un barco. Lo peor, el doblaje de Pierce Brosnan.

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