Todos los libros se acaban


En los últimos días he vivido pegada a un libro. En realidad siempre llevo uno encima, sólo que algunos se hacen notar más que otros. Durante dos semanas no me he separado más de veinte metros de ‘Aquella mitad de mi tiempo’, de Javier Marías. Tras tres noches leyendo compulsivamente podría haber acabado el libro en una madrugada más. Pero no. Las últimas setenta pàginas las he ido despreciando (ahora no, quizás más tarde, mejor luego, con calma y una copa de vino…) en un intento inútil de alargar la lectura hasta el infinito. Todos los libros se acaban. En algunos casos llegar a las últimas palabras es un descanso. En otros una agonía anunciada. Hace ya varios días que otro ocupa su lugar en el bolso, en la mesita de noche, frente a un café, junto al ordenador. Todavía no lo he vuelto a colocar en el hueco de la biblioteca del que salió, como si tenerlo a a vista fuera una manera de seguir leyendo donde no hay más letras.

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