'La isla de coral', R. M. Ballantyne
He perdido la cuenta de las veces que en este mismo espacio he compartido lo mucho que me gusta leer novelas de aventuras en verano. Hay algo de magdalena de Proust en ello. Estar al sol, pegada al mar, en un día libre, tumbada y leyendo este tipo de historias me lleva directamente a los veranos de preadolescencia. A aquellas larguísimas tardes de lectura que sólo se acababan cuando mamá llegaba de trabajar y nos íbamos de paseo. Aquellas horas perezosas de la siesta eran, sin duda, las más deliciosas de aquellos veranos en los que no era ya niña ni aún adolescente. Y por eso, todos los veranos, intento leer al menos un libro de aventuras. A veces, con suerte, como en este verano de locura al que no sé cómo mi salud mental y yo hemos sobrevivido, son dos. Y 'La isla de coral', de R. M. Ballantyne, ha sido el segundo.
Hacía mucho que le tenía ganas. Pocas cosas hay que me atraigan más que un tiburón en la portada y la palabra isla. Como isleña sé que cabe tantísimo en una palabra tan pequeña... Hay quien siente claustrofobia, rodeado de mar por todos lados. Yo me siento cómoda. Como si el mar me protegiera. Siento vértigo, de hecho, en tierra abierta. Pero de esto ya hablaremos otro día. Volvamos a la isla de coral, que es, en realidad, una isla cuyo nombre real los protagonistas de esta historia, estos tres náufragos, ignoran. Esos tres náufragos son Jack, Ralph y Peterkin, que van a bordo del 'Arrow' cuando éste se va a pique al chocar contra un arrecife que protege una isla de la Polinesia. Así, los tres adolescentes, únicos supervivientes, se encuentran varados en una isla de la que ignoran si algún día podrán salir. Una isla que les trata bien y en la que no les falta ni el agua dulce de los cocos ni los peces ni el pan ni la fruta ni ¡sorpresa! la carne de cerdo. Aprenden a hacer fuego en nada y tienen una cabaña bastante apañada.
Hay sorpresas. Porque no hay aventura en una isla exótica sin intrusos, salvajes, miedo, piratas y sustos con los animales más feroces. También muerte. A pesar de todo esto, 'La isla de coral' es una historia amable. No hay nada que un lector de diez u once años no pudiera tolerar. Nada que pudiera traumatizar a un ingenuo lector de diez u once años de hace sesenta o setenta años. Con eso os lo dejo bastante claro. Quienes hayan leído 'El señor de las moscas' (gracias dios de las bibliotecas por plantármelo en las manos con doce años), que no se esperen nada parecido. La imprescindible obra de Golding es mucho más oscura y terrorífica, se asoma al abismo de las miserias humanas de una forma descarnada que no tiene cabida en el libro de Ballantyne (el prólogo de Pérez-Reverte, bellísimo, por cierto), que hace una descripción cuajada de luz. Quizás demasiada. Porque a estas alturas de la vida cuesta meterse en la piel de la que nos desprendimos hace décadas, junto a las rodillas peladas, los cuentos de princesas y el bocata de media tarde. Una piel aún bendecida por la ingenuidad, la misma que se gastan los protagonistas de esta historia. Una piel de la que aún conservamos algunas escamas, que tiemblan de emoción con una sencilla historia de aventuras.
"Correr el mundo ha sido y sigue siendo mi pasión dominante, la alegría de mi corazón, la luz misma de mi existencia. Lo mismo en la niñez que en la adolescencia y que en la edad viril, he sido siempre un trotatierras; pero mis correrías no se han limitado a los arbolados valles y las cumbres de los montes de mi tierra, porque mis entusiastas ambiciones han abarcado siempre el mundo entero.
Nací en el espumoso regazo del vasto océano Atlántico una noche negra y espantosa, entre los aullidos de la tempestad. Mi padre fue capitán de la Marina, mi abuelo había sido asimismo capitán y mi bisabuelo fue también marino".
Título: 'La isla de coral'
Autor: R. M. Ballantyne
Traductora: Carmen Bravo-Villasante
Prólogo: Arturo Pérez-Reverte
Editorial: Edhasa / Zenda
Páginas: 352
Precio: 16€
Procedencia: comprado
La verdad, es que esta isla no la he leído, ni de niño, ni de adolescente ni de grande. Pero es una lástima, porque me gustan las aventuras en las islas. He redescubierto "La isla misteriosa" de Julio Verne, que había leído hace mil años (esta vez la he leído en francés, claro) y voy a buscar Robinson Crusoe en mi "Rakuten Kobo" (mi vida es diferente desde que me regalaron el lector electrónico). Por supuesto, voy a bajarme "la Isla de Coral" en cuanto me acabe lo que me tengo entre manso. Ya te contaré.
ResponderEliminarBesazosd
Sorokin, pues yo tampoco la había leído y eso que me encantan las aventuras en islas. Lo mío con la tierra rodeada de mar ya no sé si es amor, pasión u obsesión, pero me lanzo como una loca a ellas. Supongo que la experiencia hubiera sido diferente si la hubiera leído de adolescente, pero me ha gustado mucho esa inocencia que se mantiene y que la aleja de mi novela favorita de islas: 'El señor de las moscas'. Ya me dirás si te gusta.
EliminarBesines.
¡Qué interesante, Marta!!
ResponderEliminaryo no leí El señor de las moscas, hubiera estado bien toparme con ella en alguna biblioteca que frecuentaba (ya sabes, me viene de serie eso de ser usuaria de bibliotecas)
Pues a mi no es que me llamen especialmente la atención las novelas de aventuras, aunque me pueden hacer disfrutar mucho, pero eso de náufragos adolescentes en ambiente hostil..., pues como que sí me resulta muy atractivo.
No me extraña que Pérez Reverte haya hecho el prólogo
Besos
Marian, Vicente Valero, el poeta, decía que las islas tienen tanto de paraíso como de prisión. Así que donde unos ven un ambiente hostil otros pueden encontrar su edén. Es una novela de aventuras muy amable, no se sufre nada y, además, ellos están encantados en su isla. El prólogo es preciosísimo, sobre todo para quienes hemos sido niños muy muy lectores.
EliminarBesotes.
Siempre fui de pelis, herencia y recuerdos del abuelo cinéfilo hasta que la lectura me atrapó ya más mayor. Por eso las aventuras las asocio más a tardes de sofá y al cine de verano. Con los libros de ese género solo me animo de vez en cuando, sobre todo cuando quiero algo muy diferente y muy evasiva. Me apunto este para cuando llegue uno de esos momentos.
ResponderEliminarNo soy de isla pero sí de costa y si no lo tengo lo echo en falta.
Besos Dorothy Grey (Zane)
Sí, las tardes de sábado viendo pelis en familia son de los recuerdos buenos de familia. He tenido una época en la que no tiraba mucho de libros de aventuras, supongo que como me leí tantísimas en la adolescencia, pues daba el capítulo por cerrado. Pero hace un par de veranos que he vuelto a recuperar ese gusto, y lo disfruto muchísimo, la verdad, porque es como regresar a aquellas primeras lecturas, cuando todo, las historias, las estructuras, las palabras, era descubrimiento.
EliminarBesazos