El invitado (Elizabeth Day)
Quizás la historia de 'El invitado', de Elizabeth Day, no sea la más original del mundo (chico listo de familia humilde que consigue una beca para centro de chicos ricos donde se hace amigo íntimo del rico, guapo y popular...), pero reconozco que la joven británica sabe contar. Muy bien. Porque a pesar de que la historia, seguramente, la hemos visto mil veces (perdón por la hipérbole, mi parte sureña predomina hoy) en las series de adolescentes y universitarios, la forma de contarla atrapa. Desde el primer momento. En esa sala de interrogatorios en la que Martin Gilmour, con una taza de té pasado en las manos, empieza a surfear entre las preguntas de Traje Gris y Pelo Beis, detectives de la policía, sobre la fiesta de Ben, su millonario amigo del alma. Algo grave ha pasado, pero no sabemos qué. No lo sabremos, de hecho, hasta casi 400 páginas después, ya que Day va alternando el interrogatorio con largos capítulos en los que va contando la vida de Martin, imprescindible para entender qué pasó en la fiesta. Un desenlace, ya aviso, lógico. El interrogatorio y la vida de Martin se intercalan también con una tercera pata de la estructura, la voz de Lucy, la mujer de Martin, su historia y un cuaderno que escribe en algún lugar en el que se encuentra retenida.
Day es cruda, bruta, directa, sucia, incluso, a la hora de narrar. También sibilina. Diciendo lo justo, para que sea el propio lector quien vaya hilando. Elucubrando. Cogiendo las pistas que ella va dejando para tratar de adivinar, antes de llegar al final de las páginas, los secretos y misterios que explican la extraña relación de Martin con Ben. El extraño matrimonio de Martin de Lucy. El extraño comportamiento de la familia de Ben con Martin. Todo es extraño. Pero, en realidad, todo es muy lógico. Lo más lógico, de hecho. Y ahí está la gracia. En ese juego en el que el lector quiere adelantarse a los capítulos. Y en el que cada acierto es una pequeña victoria.
Cuando estás en la adolescencia de Martin estás deseando volver al interrogatorio para saber qué pasó en la fiesta, cuando estás en la fiesta estás deseando volver al pasado para tener más pistas de por qué está pasando lo que está pasando, cuando estás en el pasado estás deseando volver al interrogatorio para... Un bucle constante del que no te puedes separar a pesar de que, eso sí tengo que decirlo, los personajes son bastante desagradables. Hay algo turbio en algunos, otros son malas personas y la única que queda fuera de ambas categorías, la buena de Lucy, con la que empaticé en un primer momento, acabó por desesperarme porque, ¿cómo no se había dado cuenta antes de que...? Vale, es buena, es leal, es divertida, es inteligente... por eso me ha dado coraje que la escritora no le regalara un gran final, el que se merecía, una vuelta de tuerca, algo que se saliera de esa lógica, unos fuegos artificiales, vaya. Los demás son todos egoístas, traicioneros, interesados, soberbios, clasistas, crueles... Aunque pretendan hacer que no lo son. Sus personalidades están llenas de recodos y escondites en los que se esconden sus auténticas intenciones y sentimientos. Nada es diáfano. Nada queda a la vista. Hasta esa fiesta en la que Ben y su altísima, guapísima y ambiciosísima mujer les hacen un feo a Martin y Lucy. Hasta esa noche en la recién estrenada mansión, en la que no falta ni el primer ministro, en la que llueve el champán y que no termina, precisamente, como sus anfitriones, que citan a sus supuestos amigos antes de que empiece la fiesta, esperan. Con uno de sus invitados en una sala de interrogatorios en la que confesará mucho más de lo que nadie espera.
"La sala de interrogatorios es pequeña y cuadrada. Una mesa, tres sillas de plástico, una ventana alta de cristal translúcido mugriento y cubierto de polvo, tubos fluorescentes; sobre nuestros rostros se proyecta una lóbrega sombra amarilla.
Dos tazas de té: una para la agente de policía y otra para mí. Con leche y dos azucarillos. Demasiada leche, aunque no estoy en disposición de quejarme. El borde de mi taza está cuajado de marcas de dientes allí donde, unos minutos atrás, he mordido el poliestireno.
Las paredes son de un blanco grisáceo. Me recuerdan a las pistas de squash del RAC de Pall Mall donde, hace tan solo unos días, le pegué una paliza a un contrincante que iba varios puestos por delante de mí en el ranking del club. Era banquero. Con la cara rubicunda. Pantalones cortos y anchos. Unos músculos sorprendentemente esbeltos y tensos. Me lo merendé con bastante rapidez: servicio, pelota cortada, smash. El sonido de la pelota de goma al rebotar contra el cemento, un gran punto verde oscuro al final de cada intercambio de golpes. Gruñidos. Maldiciones. al final, la derrota. Una agresión contenida entre cuatro paredes".
Título: El invitado
Autora: Elizabeth Day
Traductora: Begoña Prat Rojo
Editorial: Duomo Nefelibata
Páginas: 368
Precio: 18,50€
Procedencia: comprado (Bookish)
La clave para que una novela te atrape está, sin duda, en el saber contar. Es difícil ya sorprender con una historia. Tomo buena nota de esta novela que me has dejado con muchas ganas. No la conocía.
ResponderEliminarBesotes!!!
Margari, sí es una novela curiosa, ya te digo que la historia no es la bomba, pero la forma de contarla, la estructura, hace que te entre la curiosidad constantemente. Ha sido una muy buena lectura de final de verano.
EliminarUn besazo.
Hola. El problema lo tengo con la estructura y la forma de narrar. Reconozco que es el punto fuerte y la gracia de una historia ya conocida por repetición. Hace tiempo me gustaban mucho las de niños pobres en cole de ricos y me parece que vi y leí demasiadas. Me encanta tu foto, es de esas que encajan con las historias urbanas que tanto me gustan.
ResponderEliminarBesotes Dorothy Auster
Norah, pues esa foto está hecha en la cafetería Milán, en el centro de Ibiza. Es uno de esos bares de toda la vida. Con sus enormes butacas de escay y con una zona acolchada a lo largo de toda la barra para que la gente apoye los brazos cómodamente. Sólo hay un camarero de los de toda la vida. Seco. Irónico. Y profesional. A primera hora está muy tranquila, sólo coincides con los habituales que toman callados sus carajillos, la basurera haciendo una parada para desayunar, algún profe apurando el café antes de entrar en el colegio cercano... Es como cruzar una puerta del tiempo a los años 70.
EliminarUn besazo.
Apuntada la cafetería Milán para cuando visite Ibiza ;)
EliminarHola.
ResponderEliminarEste libro lo voy a dejar pasar, no me llama mucho y ademas no es un genero que suela leer. Gracias por la reseña.
Nos leemos.
400 páginas para saber lo que ha pasado. Tiene que estar muy bien contada para esperar pacientemente hasta entonces. Hoy voy a la librería, le echaré un ojo. Si empiezo a leer y me gusta, y el bolsillo me lo permite, me la llevo a casa. Si no, tendrá que esperar al mes que viene. Besos
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