Las flores perdidas de Alice Hart


Las flores perdidas de Alice Hart (Holly Ringland, Salamandra) | @martatorresmol

Tengo los ojos llenos de flores. Las veo cuando los cierro. Campánulas amarillas (bienvenida al forastero). Copas de cobre (mi rendición). Lirios del río (amor oculto). Colas de zorro (sangre de mi sangre). Arrayanes del desierto (ardo como la llama). También cuando, abiertos, se me pierde la mirada en el horizonte. Farolillos (la esperanza puede cegarme). Ruedas de fuego (color del destino). Grevilleas de la miel (premonición). Orquídeas de fuego negras (afán de posesión). Y sobre todas ellas, brillante y roja, la flor del guisante del desierto de Sturt, que susurra, a quien sepa escuchar, "sé valiente, no te rindas". Un mensaje que Alice Hart, aunque a veces le cueste creerlo, lleva grabado a fuego desde que era una niña mal vestida y casi descalza que vivía en una casa en la costa de Australia con una bellísima madre llena siempre de cardenales que sembraba flores y le contaba cuentos maravillosos y un padre que, entre paliza y paliza a su madre y susto y susto a la pequeña Alice, tallaba esculturas de madera.

Ahí, en esa infancia agridulce, comienza 'Las flores perdidas de Alice Hart', de Holly Ringland. Una maravilla. Uno de esos libros que se te cuelan en el corazón, se hacen hueco y se anclan a ti. O se siembran. Para llenarte la cabeza y los ojos de flores. Las que dan nombre a cada capítulo de esta historia tremenda contada con una delicadeza infinita. Una belleza. Y no sólo en las palabras, frases, personajes, paisajes y emociones. También en las páginas. Llenas, como los ojos, de dibujos de esas flores que hablan. Alice lo sabe bien. Lo descubre de muy pequeña. Con apenas nueve años. Cuando un incendio acaba con toda su familia y ella, tras muchos días, despierta en la cama de un hospital. Huérfana. Sin voz. Y a punto de iniciar una nueva etapa lejos del mar, en el centro de continente, en la granja de flores de su abuela, June, de cuya existencia no sabía nada. El silencio acompaña a Alice en la plantación, refugio de otras mujeres, las flores, que han sufrido malos tratos, abandonos, violencia... Allí, poco a poco, como el resto, la pequeña Alice va curando sus heridas, descubriendo su historia familiar, aprendiendo los mensajes de las flores. Allí crece, aprende, trabaja y, ya adolescente, se enamora. Un momento en el que todos los fantasmas y el pasado caen como un mazo sobre la joven Alice, que coge su furgoneta de la granja de flores y huye. Lejos. Al desierto. A un lugar en el que el fuego del atardecer se casa cada día con el fuego de las flores de los guisantes del desierto de Sturt. Un lugar en el que empezar de cero. Otra vez. Un lugar que promete a Alice ser libre y feliz. Sonreír. Y llenarle los ojos de atardeceres y flores de fuego. Hasta que los fantasmas del pasado vuelven.

Porque hay otras cosas que, como las flores o los libros, echan raíces en lo más profundo de nosotros. Y que también ves, cuando cierras los ojos. O cuando se te pierde la mirada en el horizonte.

"En la casa de madera del final del camino, Alice Hart, de nueve años, imaginaba sentada a su pupitre, junto a la ventana, diferentes formas de prenderle fuego a su padre.
Sobre el pupitre de madera de eucalipto que él le había hecho, tenía abierto un libro de la biblioteca que reunía leyendas sobre el fuego provenientes de todo el mundo. Aunque soplaba el viento del noreste, que llegaba del Pacífico impregnado de olor a mar, Alice olía humo, tierra y plumas chamuscadas. Leyó susurrando:
El fénix se sumerge en el fuego para que las llamas lo consuman hasta reducirlo a cenizas y así volver a surgir, renovado, recreado y reformado: el mismo, pero completamente diferente".

Título: Las flores perdidas de Alice Hart
Autora: Holly Ringland
Traductora: Gemma Rovira Ortega
Editorial: Salamandra
Páginas: 416
Precio: 19€
Procedencia: comprado

Comentarios

  1. ¡Hola! Aprovecho para desearte ¡Feliz año 2020!!. Ya sabes que esta lectura me gustó tanto como a ti y que coincido contigo en todo lo que dices sobre ella. Una historia que te llega hondo, que no te deja indiferente, de mujeres, sobre mujeres, de Flores.
    La edición es preciosa, la ambientación y la prosa de la autora otra maravilla y transmite tantos mensajes... Uno de ellos que me transmitió: que podemos perder algunas de nuestras Flores más preciadas a lo largo de nuestra vida y muchas de ellas son imposibles de recuperar, aunque otras quizás sí podamos recobrarlas al cabo de un tiempo, ¿quién sabe?
    Besos

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    1. Sí, Marian, es una maravilla. Para mí ha sido el mejor libro de 2019. Hace una combinación que, personalmente, me fascina: la crudeza de la historia con la dulzura de la forma. No había hecho esa reflexión, la verdad, quizás sea algo así si crees que se pueden recuperar las cosas. Yo soy de las que piensa que cuando pierdes algo (excepto que sea un objeto) no lo recuperas nunca, aunque lo encuentres, porque algo ha cambiado. Ya no es lo que era o lo que sería si no lo hubieras perdido. No sé... Igual tienes razón...

      Un besazo.

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  2. Soy bastante zopenco para las flores. Quiero decir, me encantan, por supuesto, pero no conozco mucho, aparte de saber que un ramo de rosas rojas puede producir unos efectos calmantes tras una fuerte discusión. Si no, siendo de origen de secano, de pequeño conocía las amapolas y las gitanillas. Más tarde, en Cantabria, dalias y pensamientos. En México la maravilla de las jacarandás y aquí, los cerezos en flor. Por eso, debería interesarme por el libro, pero ¡Sielos! tengo tantos libros que leer...

    Besos

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    1. Sorokin, a mí me encantan, pero con la mala mano que tengo para las plantas pobre de la que caiga en mi casa. Soy de peonías, me parecen las flores más maravillosas del mundo. Y las mimosas y las buganvillas. El libro es una delicia, de esas historias familiares duras con algún misterio y mucho dolor pero escrita de una forma magistral. De las que te sueltan y no te atrapan. ¡Ánimo con los libros pendientes!

      Besines.

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  3. No lo sé. Es que eso de las infancias agridulces me da tanta pena. Y más en esta época. Hay lecturas que en determinadas fechas se me hacen cuesta arriba.
    Pero creo que es de esas novelas que me gustan porque el personaje se redime.
    Besos, Dorothy Alexander

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    1. Norah, la infancia, y no sólo la infancia, es agridulce, no te voy a engañar. Pero desde la primera página quieres a Alice y quieres acompañarla en su camino, sobre todo cuando descubres que su refugio son los libros y que una bibliotecaria... Bueno, lo de la bibliotecaria me lo guardo por si algún día lo lees.

      Un besazo.

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  4. A mí me pasa como a Norah. Todavía no me he recuperado de esa sensibilidad que se me instala dentro, cuando estamos en Navidades. Así que, creo que esta sería lectura para más adentrado el año. Besos y Feliz Año, Dorothy bonita.

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    1. Marisa, a mí me pasa al revés, aprovecho esa sensibilidad de la Navidad para leer este tipo de historias porque creo que es cuando más te llegan. Como escuchar canciones tristes cuando estás hundida y alegres cuando eres una campanilla. Para potenciar, vaya.

      Un beso.
      ¡Y feliz año!

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