Mi querido Mister Scrooge



Vaya por delante que es muy difícil que no me guste un Dickens. Me encanta y siempre le veo cosas buenas a las adaptaciones de sus obras que se hacen para cine o televisión, especialmente si son de producción británica. Los ingleses tienen muy claro que con Dickens no se juega. Con estos antecedentes es fácil entender que la última versión cinematográfica de 'Cuento de Navidad' me pintara una sonrisa en la cara. La disfruté a pesar de los niños gritones (algunas escenas daban miedo a los más pequeños), los padres pasotas (si el niño habla, hágale callar, no le siga la conversación, que no está en el salón de casa) y de que la sala 3 del cine Serra era la más enana que he visto en la última década. A Dios pongo por testigo de que nunca más volveré a entrar en esa sala… Las vistas panorámicas de Londres son perfectas y el cutis de Mister Scrooge da casi más miedo que los oscuros callejones en los que suceden algunas de las escenas. Ebenezer, se me antojó demasiado simpático, incluso en sus momentos más miserables, por el tono cómico que impregna toda la cinta. Eso sí, suspenso sin posibilidad de recuperación a los tres espíritus. El primero, una vela, parece el sol de los Teletubbies. La excesiva risa del segundo, un año pelirrojo de aspecto vikingo, me torturaba horas después de haber salido del cine. El tercero, una sombra negra, podría haber tenido más matices (¡qué gran paleta de colores la del negro y el gris!). Parece que todo el presupuesto se lo llevó el protagonista. Pero quizás precisamente por eso vale la pena ir al cine. Aunque mejor os esperáis a salir de Eivissa, es un desperdicio ver esas imágenes concebidas para 3D en una pantalla como la que tenéis en casa. Más o menos.

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