Alicia, sin maravillas

 
¿En qué se parece un cuervo a un escritorio? En lo mismo en que se parece 'Alicia en el país de las maravillas' a una película de Tim Burton. Pasé dos semanas resistiéndome. Los grandes carteles con grandes cabezas y ese gran 'Disney' en todos ellos me daba miedo. Mucho miedo. Más que las reinas que cortan cabezas, que los bosques con flores que regañan e incluso que los gatos que desaparecen o las orugas que convierten cualquier conversación en un ejercicio de psicoanális. Pero caí. Piqué. Y entré al cine a ver la 'Alicia en el país de las maravillas' de Tim Burton. Lo del 'de' como posesivo es un decir, ya que el señor Burton sólo dirige. Y ahí está el problema. A los dos minutos ya es más que patente que la labor del padre de Eduardo Manostijeras se limita a poner el nombre, colocar al dueto Bonham Carter-Depp y pasar por caja. Podría obviar un guión que no lleva a ningún sitio y que se pierde por el camino si la estética fuera buena. Pero tampoco. Visualmente, lo único que se salva es el magnífico vestuario de Alicia. El conejo blanco es falso, el gato de Chesire parece Garfield pasado por la tintorería de la aldea pitufa, la oruga es simplemente una oruga. Desde los primeros minutos estuve esperando el final, la batalla con el Galimatazo, el monstruo. Esperaba una bestia fantástica con la que Burton hubiera echado el resto. Pero tampoco. En lugar de eso me encontré con una lagartija con más mala leche de la habitual. Vaya, que salí del cine en un estado de shock del que me ha costado varios días recuperarme. Y es que Alicia estaba hecha para Burton. Estaba.

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