'Viaje a la aldea del crimen', el 'maestro' Ramón J. Sender en la matanza de Casas Viejas


Cuando un maestro habla, el buen alumno escucha. Cuando un maestro escribe, la buena alumna lee. Devora. Analiza. Relee. Piensa. Subraya. Admira. Sueña. Mira al fondo de sus textos. Compara. Frunce el ceño. Vuelve a leer al maestro. Mastica lo que se se esconde entre líneas. Digiere. Y concluye. Cuando sea mayor quiero escribir como Ramón J. Sender. Quiero saber mirar y entender como lo hacía él para sus crónicas. Es la conclusión que saco de esa lección de periodismo que es 'Viaje a la aldea del crimen', un compendio de las crónicas que escribió el periodista oscense durante su estancia en el pueblo gaditano de Casas Viejas, donde en enero de 1933 se produjo la célebre revuelta que puso en jaque a la República de Azaña, que tuvo que dimitir por la brutal forma en la que fue sofocada.

Pocos, muy pocos, periodistas acudieron a Casas Viejas. Y entre ellos estaba J. Sender. Maestro J. Sender, para mí. Las decenas de crónicas, de no más de tres o cuatro páginas la mayoría, se leen con fruición, con ganas de saber más. El punto final de una es el cebo para la siguiente. Y lo que hay en ellas, lo que cuentan los ojos y las palabras del periodista horripila. Asquea. Da náuseas. Porque lo que relatan los textos de J. Sender no es una gran revolución que amenace a las fuerzas del orden y que éstas tengan que liquidar de la forma que sea. No. Lo que hay en las piezas que el periodista publicó en el periódico La Libertad no son más que unos jornaleros comidos por el hambre, con las vidas llenas de polvo, las  alpargatas mil veces remendadas y sin más ropa que la puesta a los que les sale todo mal. Creen que la insurrección anarcosindicalista ha triunfado, deponen al alcalde republicano, se presentan en el cuartel de la guardia civil, se lían a tiros con el sargento y tres agentes y toman el pueblo. Hasta que llegan refuerzos (más guardias y tropas de asalto) y entonces, con la consigna de "sin prisioneros ni heridos", la revuelta acaba como el rosario de la aurora. Recuperan el pueblo, consiguen averiguar quiénes fueron los impulsores y cercan y acaban, entre tiros y fuego, con Seisdedos, un anciano carbonero, y su familia. Una violencia que trasladarán después al resto de la pedanía en una razzia tras la que el balance total de muertos es de 25, entre fuerzas del orden, anarquistas y demás gente de Casas Viejas.

Lo que hace J. Sender en Casas Viejas es casi orfebrería. Mira. Escucha. Deja que le cuenten. Intuye. Recompone. Cuando él llega a la aldea de Medina Sidonia todos han muerto ya. La "carnicería", como el propio Manuel Azaña definiría la matanza de Casas Viejas en su diario, ya está hecha. La del pueblecito gaditano no era más que una más de las decenas de insurrecciones de carácter anarquista que se habían sucedido (y se habían sofocado) en los últimos meses en todo el país. El periodista llegó días después de los hechos del 10 de enero y publicó su primera crónica el 19. Unas primeras crónicas que explican el viaje de la capital a Casas Viejas, ese primer trayecto en avión en el que el paisaje se convierte en mapa, y que preparan al lector, lo sitúan, para entender todo lo que vendrá después. Ramón J. Sender revive a los muertos, reconstruye conversaciones, plantea pensamientos... Es así como nos planta delante de ese momento en el que los protagonistas mueren, algunos abatidos, otros chamuscados, una escena que poco tiene que ver con la versión oficial. Es así como consigue meternos en las conversaciones de la taberna del pueblo, donde parece escuchar, incluso, el acento gaditano. Un trabajo fabuloso en el que periodismo y literatura se dan la mano, un trabajo de 'Nuevo Periodismo' tres décadas antes de que éste naciera en Estados Unidos, que completó, meses después, con los resultados de las investigaciones y de la comisión parlamentaria. La narración de J. Sender impresiona. Por la violencia desmedida de los hechos. Y por la descripción de aquello que más le impresiona: el hambre y la miseria.

"Hay rumores, es verdad. Pero también es verdad -y los madrileños y los corros de los cafés no saben bien hasta qué punto eso es verdad que hay hambre. Hambre negra, solitaria, en medio de una tierra feraz y de un clima suave. En naturalezas fuertes, condenadas a la desolación. ¿Democracia? Eso es cosa de las tertulias y de los diarios del corro, que no llega aquí, y que si llega viene envuelta en papel sellado y atada con balduque."

Título: 'Viaje a la aldea del crimen'
Autor: Ramón J. Sender
Editorial: Libros del Asteroide
Páginas: 212
Precio. 16,95€
Procedencia: comprado

Comentarios

  1. Un libro que debe ser bastante duro de leer

    Besitos :)

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    1. Nieves, lo es, a ratos, pero es un imprescindible.

      Besines.

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  2. Pues de nuevo, ¡gracias! por darme a conocer tantas cosas interesantes, en este caso del Maestro. Ya imagino lo que te ha podido gustar un libro así donde se mezcla buena literatura y periodismo del bueno. Además no había oído hablar de esa revuelta del 33.
    Besos

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    1. Marian, esa matanza de Casas Viejas obligó a Manuel Azaña a dimitir, lo que supuso el final de la Segunda República. Este libro sirve para salir de esa abstracción de los libros de texto y ponerle nombres, voz y vida a los que la sufrieron. Está, además, maravillosamente escrito.

      Besines.

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  3. Qué difícil me lo pones, yo buscando libritos que me animen y me arropen y tú me traes estas cosas. Pero al maestro sí lo quiero leer aunque sea una novela. Sí, cierta persona me miró incrédula cuando reconocí que no había leído La tesis de Nancy. Prometo solemnemente arreglar eso, palabra de cantinera.
    Besos Dorothy Pulitzer

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    1. Norah, es que llevo una tanda de libros de los que te dejan el cuerpo temblando... Y dos de los siguientes van también por el mismo camino... De J. Sender no he leído novela, sólo textos periodísticos. Pero este de la americana en Andalucía debe de tener su guasa. Le tenía ganas, pero siempre pensaba "¿y si no ha aguantado bien el paso del tiempo?". Tendremos que animarnos.

      Un besazo

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  4. ¡Hola hola!
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