
Sé que cuando esta noche vuelva a casa ya no me estarán esperando. Lisbeth Salander, Erika Berger y Mikael Blomkvist ya no estarán. Ayer por la noche los enterré en el caos de mi pequeña biblioteca. Me dio algo de pena. Al fin y al cabo he pasado el último mes con ellos. Los conocí por casualidad, hace más de un año, en un libro en catalán que daba vueltas por la redacción y que, como nadie parecía querer, adopté y me lo llevé a casa. Me intrigó el título 'Els homes que no estimaven les dones', sobre todo cuando descubrí que en inglés no tenía nada que ver 'The girl with the dragon tattoo'. Así, en un fin de semana libre de verano acabé devorándolo. No fui capaz de leer el segundo 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina' hasta que tuve en mis manos también el tercero y, supuestamente, último, 'La reina en el palacio de las corrientes de aire'. Del primero me gustaron los personajes, más que la trama. Estaba hipnotizada por la enigmática Salander, enamorada del casi perfecto periodista Blomkvist y admirada por la seguridad de Berger. Secretos de todos ellos se desvelan, por suerte, en las más de 1.600 páginas de los tomos siguientes, que me han tenido sufriendo cada segundo que pasabe lejos de ellos el mes que he tardado en leerlos. "Para ser un bestseller no está mal", diría, mediocerrando los ojos, un buen amigo.Yo, leyéndolos, no he podido más que echar de menos periodistas como Blomkvist o Berger y revistas como Millenium. Yo, de mayor, quiero ser Blomkvist.