En tus cíceros

He contado tus pestañas en los largos momentos en los que no me miras. He medido mil veces tu espalda. En centímetros. En palmos. En pulgadas. En puntos. En cíceros. Sé cómo suena tu voz porque no me hablas. Adivino cuándo vas a reír porque se te arrugan las antípodas del lagrimal y cuándo necesitas subirte las gafas porque mueves la nariz. Sé cómo hueles y a qué sabes aunque nunca te he tenido cerca. Sé perfectamente cómo acaricias por cómo empuñas el bolígrafo y la libreta, por cómo gesticulas cuando hablas por cómo abres armarios y cierras puertas, por cómo te rascas el codo cuando no sabes qué hacer, por cómo desenroscas un tapón, por cómo descorchas una botella. Conozco al milímetro la mecha de tu barba, esa que no ves porque te queda por debajo de la mandíbula. Me pierdo en las diminutas arrugas que enmarcan tus ojos cada vez que busco tu mirada. Desaparezco sin que te des cuenta en el agujero negro de tu pupila.

Comentarios

  1. precioso, lástima que mis lecturas últimamente no son tan apasionantes, voy de la editorial MAD a la CEP, aunque a primera hora de la noche me paseo por las aventuras de Gerónimo Stillton o del Jordi de Dahl...

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  2. Ay, Ceni, ojalá fuera un libro, pero es un desastre emocional y tranquila, que aquí donde me ves conozco muy bien al periodista de Ratonia y soy fan de Dahl

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  3. Me siento muy identificado con lo que has escrito. Mi problema es que estoy aprendiendo a anular el deseo para no agrietarme más. Antes de que aparezcan las palabras, empiezo a acuchillar el deseo. Espero que no te conviertas en una psicópata emocional. Un fuerte abrazo.

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  4. No hace falta que sufras, Jesús. Yo soy más del suicidio sentimental que de la psicopatía emocional.

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