Un año en papel



Hace un año que emprendí un viaje a lomos del elefante de un Nobel. Un viaje de papel y tinta que me condujo a 50 lugares sin salir de mi orejero. He estado en el singular hotel de un pueblo perdido entre montañas habitado por tenderas sospechosas y masajistas espeluznantes, he descubierto que el mundo de los muertos sigue siendo un lugar hostil para los adolescentes que no siguen la corriente y que el mundo real está lleno de Bridget Jones. He sonreído a la señora Muir y su fantasma con Javier Marías y visto el holocausto nazi con los ojos de un ratón en blanco y negro. Fui a Bruselas con el déspota de Bruno y paseé por Londres de la mano de mis siempre adoradas Jane Austen y Elinor Dashwood. Volví a huir de Jamaica (y ya van tres veces) con los niños Bas-Thornton, añoré no ser una más en la familia Durrell para compartir sus aventuras en Corfú y lo pasé realmente mal la noche que Harper Lee pinta negra y sin luces para Scout y Jem Finch. Supe lo que es pasar una noche en vela en una ciudad de Japón. Cerré un ojo al sentir en las palabras de Amélie Nothomb las arcadas que provoca que un pulpito vivo se agarre a tu lengua cuando intentas devorarlo. Superé la llorada muerte del superhéroe Donald con el sexo de cien españoles. Espantada por la Camorra huí a Suecia para meterme en la fascinante trama de Blomkvist, Salander y Berger. De vacaciones en la Costa Brava me topé con Corrales, Sakamura y sus muertos rientes y más muertos, pero serios, me encontré en una escapada a Mallorca. Anna Gavalda me presentó a un cocinero duro por fuera y tierno por dentro que me enseñó a hacer las galletas que semanas después preparé para unos niños que vivían en un castillo destartalado donde descubrí parte del secreto de la felicidad casi absoluta, esa que no consigue Jack con su corazón de reloj y que parece estar muy cerca de los vecinos de un barrio de Quebec en el que el frío modifica la trayectoria de los peces de colores. Mattia y Alice, que por más que se empeñan siguen siendo números primos, no llegarán nunca a ese barrio por el que me han dicho que han visto pasear descalza a una Cenicienta alérgica a las perdices.

Comentarios

  1. Dorothy, aprovecho para desearte un buen recorrido para el 2010. En estos días de descanso (sí, he tenido la suerte de tener vacaciones...)me he dedicado a leer una novela, más bien un novelón, que me ha entusiasmado, "La noche de los tiempos", lo último de Muñoz Molina. Ahora estoy con "Firmin" de Sam Savage, un regalo que, de momento, me está resultando curioso...un ratón que nace en una librería, comienza comiéndose los libros, literalmente, para pasar a devorarlos/leerlos...ya veremos. Un fuerte abrazo

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  2. Marián, feliz 2010 también para ti. 'Firmin' me encantó y me apunto 'La noche de los tiempos' en la lista de la compra de la librería.
    Un besazo, guapa.

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  3. Quiero el del hotel en las montañas. ¿Cual es?

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    Respuestas
    1. Norah, el del hotel es 'El diablo de Milán', de Martin Shutter, editado por Anagrama. Me gustó mucho y es ideal para cuando empieza el frío.

      Un abrazo

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